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NOTICIAS | RELIGION
Aunque, ya casi ningún investigador niega que Jesús haya sido un personaje histórico, es poco lo que sabemos de su persona
Aunque, ya casi ningún investigador niega que Jesús haya sido un personaje histórico, es poco lo que sabemos de su persona

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La Semana Santa, es una celebración seguida por millones de fieles en todo el planeta, en la que se conmemora la muerte de Jesús en la cruz. A saber, uno de los acontecimientos de mayor importancia de la historia.

Sin embargo, es más bien poco lo que sabemos sobre su persona. Y, aunque casi ningún investigador niega que el fundador del cristianismo fuese un personaje histórico real, el resto, son especulaciones que se mueven en el enorme espacio en que convergen fe, historia y misterio.

El periodista español, Juan Arias, uno de los mejores expertos en la figura de Cristo y autor del libro “Jesús. Ese gran desconocido”, afirmaba en las paginas de El País: “Aún no sabemos quiénes, ni por qué, mataron a Jesús”.

La existencia de Poncio Pilatos, como gobernador romano, pudo confirmarse gracias a una inscripción hallada en Caesarea Maritima, una de las cuatro colonias para veteranos de la legión, creadas por el Imperio en el territorio de la actual Siria. Pero el relato bíblico sigue estando aún lejos de poder ser confirmado históricamente.

Los arqueólogos analizan muy a fondo cada uno de los descubrimientos que puedan guardar relación con la Biblia. El hallazgo de un sepulcro, con el cuerpo de un preso crucificado en esa época, y que recibió sepultura en vez de dejar que se pudriese a la vista de todos, lo que era más habitual, hace que el entierro de Jesús sea un hecho aún más creíble.

Una de las poquísimas certezas que comparten los historiadores es que, de haberse producido, la muerte de Jesús tuvo lugar durante la Pascua judía o “Pésaj”, en la que se conmemora la liberación de la esclavitud en Egipto, que es una de las celebraciones más importantes del calendario hebreo. Y, al igual que la Semana Santa cristiana, ésta depende de las fases lunares y el equinoccio de primavera.

“Existe una conexión muy sólida entre la Pascua judía y la Pasión”, asegura Carl Savage, profesor de arqueología bíblica en la Universidad de Drew, en Estados Unidos, y que ha trabajado en diferentes yacimientos arqueológicos relacionados con la época de los albores del cristianismo.

“Es muy probable que ocurriese durante ese periodo. Aunque, incluso los propios Evangelios, aportan calendarios ligeramente diferentes sobre los acontecimientos de la última semana de la vida de Jesús”, añade.

“El emperador Tiberio gobernó Roma entre los años 14 y 37 después de Cristo. Sabemos que Jesús nació entre unos 7 y 4 años antes de la era actual, al final del reinado de Herodes. Sabiendo que vivió unos 30 años, podemos estimar su muerte alrededor de los años 26 y 28 de nuestra era”, explica Savage.  

Al preguntarle acerca de las certezas históricas que rodean la muerte de Jesús, el investigador de la Universidad de Saint Louis, en Estados Unidos, Douglas Boin, que acaba de publicar un estudio sobre los cristianos en el Imperio Romano, responde: “No muchas. Jesús fue ejecutado en la provincia romana de Judea por el prefecto de la provincia, Poncio Pilatos. Eso es todo. Incluso la fecha, probablemente en torno al 28 después de Cristo, es una suposición”.

“Aquellos, que hemos sido educados en la tradición católica, imaginamos el recorrido a través de Jerusalén, el enfrentamiento con los líderes judíos, las palabras pronunciadas en la cruz”, prosigue Boin.

Y agrega: “Muchos de estas referencias proceden del relato de los autores de los Evangelios, que se regían por agendas teológicas. Como historiador las considero importantes, pero deben ser analizadas con suma cautela”.

Muchos estudiosos barajan la fecha del 14 de Nisán, es decir, el viernes 3 de abril. Pero ni siquiera los Evangelios se ponen de acuerdo: Marcos, Lucas y Mateo hablan de un día y Juan de otro. En su libro sobre Jesús, el papa Benedicto XVI apoya la tesis dada por Juan, lo que adelantaría un día su condena y muerte.

Son las fuentes no cristianas, sobre todo Tácito, las que nos permiten establecer un calendario algo más preciso. El historiador romano, habla de la muerte en la cruz de una persona a la que su gente llamaba el “Mesías”, bajo el reinado de Tiberio.

Flavio Josefo también hizo referencia a la condena impuesta a Jesús por Pilatos. Pero, la autenticidad del pasaje, conocido como Testimonium Flavianum, ha sido puesta en duda por numerosos eruditos.

Como expone la historiadora Mireille Hadas-Lebel en su biografía sobre Flavio Josefo, algunos investigadores consideran que todo el pasaje es falso, mientras que otros creen que “algún piadoso lector cristiano de principios del siglo IV”, pudo agregar ciertas frases al mismo.

Nada está confirmado, ni el huerto de Getsemaní, ni la traición de Judas, la última cena o la negación de Pedro. Incluso, si Poncio Pilatos dio a elegir entre Barrabás y Jesús al pueblo judío o el famoso episodio en que éste se lava las manos. No se sabe si estos hechos fueron reales y, en el caso de los dos últimos, según la opinión de la mayoría de los especialistas son producto de una evidente manipulación.

“La respuesta corta, es que no sabemos nada más allá de lo que cuentan los Evangelios y alguna que otra referencia”, explica Carl Savage. “Sin embargo, sí conocemos algunos detalles que hacen posibles por lo menos algunas partes del relato bíblico”.

Un ejemplo de ello, sería el hallazgo en una tumba del área de Jerusalén de un hueso de talón atravesado por un clavo. Lo que nos permite confirmar que la crucifixión era practicada como forma de ejecución en Judea en la época de Jesús y, que la forma de enterramiento descrita en los Evangelios, coincide con evidencias históricas.

“Por lo tanto, existen evidencias que nos permiten pensar en la muerte de Jesús como un evento real y no como una construcción teológica”, añade Savage.

Sin embargo, la clave no estaría en cómo fue ejecutado, sino en por qué y por quién. Los Evangelios acusan a los judíos, una afirmación que ha propiciado 2.000 años de antisemitismo, una de las más violentas, trágicas y perdurables lacras de la historia de la humanidad.

Como recuerda Juan Arias, “fue el papa Juan XXIII quien en 1959 mandó quitar de la oración de Viernes Santo la expresión “pérfidos judíos” y la de “obcecación de aquel pueblo” que se negaba a reconocer la divinidad de Jesús”.

Reza Aslan arguye en “El Zelote”, una biografía de Jesús que se convirtió en todo un éxito internacional en 2014, que los Evangelistas exculparon a los romanos porque “Roma se había convertido en el principal público del evangelismo cristiano”.

Y, el fallecido Paul Winter, escribió en su clásico, “Sobre el proceso a Jesús”, que: “El tribunal judío tenía autoridad para dictar y aplicar penas capitales; pero que, a pesar de ello, Jesús no había sido condenado a muerte por el Sanedrín”.

Para Douglas Boin, “los testimonios bíblicos que acusan a los judíos son sólo una distracción, que trata de dirigir a los historiadores hacia el camino equivocado”.

De nuevo, existe un consenso entre los investigadores: “Si Jesús fue condenado a la cruz, tuvo que ser por delitos realmente graves, como para provocar un método de ejecución tan severo y extremo”.

Simon Sebag Montefiore escribe en su monumental historia de Jerusalén, la ciudad de las tres religiones: “Los Evangelios, escritos o reformados después de la destrucción del Templo, acusan a los judíos y absuelven a los romanos, deseosos de mostrar su lealtad al imperio. Sin embargo, los cargos contra Jesús y el castigo en sí, cuentan su propia historia: fue una operación romana”.

Ante un caso de desafío al poder de Roma o de insurrección contra el Estado, un gobernante romano como Poncio Pilatos no dudaría un instante en aplicar ese castigo. Y, el hecho, de que según alguno de los Evangelios fuese ejecutado entre ladrones, o “podemos hablar también de rebeldes”, precisa Savage, “no hace más que confirmar esta tesis”.

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