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E.L. James, dice que se considera, sencillamente, una mujer más de nuestra época
E.L. James, dice que se considera, sencillamente, una mujer más de nuestra época

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Más de cuarenta millones de copias vendidas en todo el orbe. Hollywood en pie de guerra por adaptarla y una autora de “fanfictions” tan afortunada que podría comprar tranquilamente los terrenos de una nación tropical, para construirse allí un exquisito spa y disfrutarlo por el resto de sus días.

He aquí que, “Cincuenta sombras de Grey”, primera entrega en una trilogía de best-sellers, para no andarnos con tantos rodeos, está poniendo increíblemente cachondas a miles y miles de cuarentonas en más de 37 países, antes que usted acabe de leer esta frase.

¿Pensaba usted que J.K. Rowling era la autora viva más vendida? Bueno, según los datos hechos públicos por Amazon el pasado mes de agosto, ésta tendría que hacer desaparecer a su compatriota, E.L. James, a fin de poder recuperar ese puesto.

Y todo comenzó con uno de esos relatos escritos por fans, “Master of the Universe”. Era tan explícito que su autora, Snowqueen's Icedragon (les juramos que ese era su nick), fue obligada a retirarlo de varias páginas especializadas.

Pero no había ningún problema: ya tenía habilitada su propia web, en la que hizó algunos pequeños cambios en los personajes y la trama, y utilizó otro seudónimo que lucía mucho más comercial, E.L. James. Y, tras firmar un contrato con una editorial, borró todo el contenido.

La trilogía de Grey nacía así, al calor del neo vampiro de la famosa saga “Crepúsculo”. En un primer momento, eran Edward y Bella los que gozaban con sus sesiones de sadomaso en el despacho (y en el avión privado, y en el piano, y... ¡en todas partes!). James, finalmente, terminó transmutando a los protagonistas en Christian Grey y la cándida Anna Steele. Pero, aquella semilla, quedaría siempre presente en la obra.

Chica conoce a chico, chica pierde a chico, chica recupera a chico. Rizando el rizo, en ocasiones la chica descubre que el chico es un vampiro o un hombre lobo. En Cincuenta sombras de Grey lo que descubre la chica con horror, terror y pavor es que al chico le va el BDSM. Pero, de eso se nutre la literatura: de vueltas de tuerca.

Por culpa de un catarro, Kate, directora de una revista universitaria, no podrá entrevistar al presidente de Grey Enterprises. Hasta arriba de aspirinas y paracetamoles, le pide a su compañera de piso que acuda a la cita en su lugar. Es así como Anastasia, una joven de veintiún años, inexperta, conoce al multimillonario Christian Grey, quedando profundamente impactada.

¿Y cómo es él? Los adjetivos se acumulan: atractivo, sofisticado, arrebatador. “El David de Miguel Ángel no tiene nada que hacer a su lado, piensa Anna. Es tan irresistible, tan macho alfa”. Cuando Christian se pasa el índice por el labio inferior, la chica pone los ojos en blanco: “¡Madre mía!”. De ella se nos describe su inexperiencia y sus pezones; de él, absolutamente todo. Su sonrisa, su pelo despeinado, su barba de dos días, sus vaqueros y lo que esconden sus vaqueros: un arma de destrucción masiva. Pura fantasía sexual.

La fascinación de Anna se transforma en atracción y, aunque él la previene (“Deberías mantenerte alejada de mí”), ella pronto se decide: “Sí, quiero irme a la cama con Christian Grey”. Pero antes deberá firmar un acuerdo de confidencialidad. Anna acepta encantada: “¿Quiere decir eso que vas a hacerme el amor esta noche?”. Él, la saca de dudas: “Yo no hago el amor. Yo follo... duro”.

Pero, el papeleo aún no ha terminado: falta un contrato que incluye perlas como “La Sumisa no comerá entre horas, a excepción de fruta”, “El Amo proporcionará a la Sumisa un entrenador personal”, “La Sumisa estará limpia y depilada” o “La Sumisa no beberá en exceso, ni fumará, ni tomará sustancias psicotrópicas”. Con Christian, Anna perderá la virginidad y pasará del “¡Uau!” al “¡Mmm!” y al “¡Oh!” y al “¡Ah!” y al “¡Ay!” y al “¡Aaaay!” y al “¡Oooh!”. Y así, hasta llegar a la última página de esta mezcla de “Crepúsculo”, versión dos rombos, sin vampiros ni hombres lobo, y de “Nueve semanas y media”, por delante y por detrás.

El resto son azotes, látigos, fustas, grilletes y todo tipo de parafernalia sexual. Un tratado sobre el sadomasoquismo de andar por casa, donde los orgasmos son “sublimes”; las penetraciones, “exquisitas”; y los diálogos... Qué decir de los diálogos.

Nuestro preferido es este, que mantienen la primera vez que Anastasia visita el formidable apartamento en el que Christian Grey hace algo más que tan sólo dormir:

– Qué casa tan grande, dice ella.

– ¿Grande?, pregunta él.

– Grande, confirma ella.

– Es grande, admite él.

Un dialogo bastante profundo... ¿no le parece?

“Cincuenta sombras de Grey”, bautizada como “porno para mamás” por su éxito entre las lectoras de más de 35 años, es la mutación del virus Corín Tellado para unos tiempos de profunda desigualdad social, en los que la idea de someterse a los deseos de un joven viril y millonario es, al mismo tiempo, repugnante y cautivadora. La protagonista puede parecer una víctima sin dignidad, pero E.L. James, como Stephenie Meyer antes que ella, también está escribiendo, en código, unas políticas sexuales muy complejas: es ella la que decide someterse, al igual que era Bella la que decidía quedarse con el muerto mojigato (Edward) en lugar de marcharse con el musculitos (Jacob).

Por su parte, el atractivo del personaje está claro, y podríamos resumirlo como una versión masculina de la “femme fatale”. De hecho, es Drácula por otros medios: sigue siendo ese extraño irresistible y dionisiaco, ante el cual, la voluntad de una mujer indefensa poco puede hacer. Incluso tiene una cámara subterránea. Sólo que, esta vez, está llena de látigos y consoladores. Pobre Edward Cullen: su manifiesto a favor de la abstinencia no caló.

A las lectoras de novelas de consumo les sigue yendo la marcha. Hagan caso. Si buscan morbo, lo encontrarán en “La mujer de sombra”, de Luisgé Martín. Si buscan el cosquilleo del erotismo, no se pierdan “El año del calipso”, de Abilio Estévez. Ahora bien, si quieren reírse leyendo una historia ridícula, asistan a las piruetas verbales y sexuales de “Cincuenta sombras de Grey”.

Aunque suene a amenaza, la trama continúa en “Cincuenta sombras más oscuras” y “Cincuenta sombras liberadas”. Nos la venden como la “gran trilogía porno para mamás”. Pobres mamás. Pero en realidad no pasa de ser una comedia. Y mala.

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