Redaccion | Agosto 16, 2013
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La Psiquiatría ha avanzado mucho a lo largo de estas últimas décadas, y ciertas palabras que antes producían rechazo sólo con oírlas, hoy en día se acogen con un halo de empatía y hasta de normalidad.
Es lo que ocurre con estas: trastorno bipolar. Una enfermedad mental que arrastra consigo toda una lista de inconvenientes para la vida diaria; algunos de ellos, en la esfera de la sexualidad.
En España, por ejemplo, un 2% de la población padece este trastorno y hasta un 60% de estos pacientes puede ver afectada, de una forma u otra, su vida sexual.
El trastorno, pasa por dos fases muy características en el transcurso de la enfermedad: maniática y depresiva.
En la primera, nos explica el doctor Eduard Vieta, jefe de Servicio de Psiquiatría y Psicología del Hospital Clínic y profesor de la Universidad de Barcelona, hay una tendencia a la hiperactividad y la euforia, que suele acompañarse de un aumento del deseo sexual y, en ocasiones, de cierta desinhibición y promiscuidad.
Por el contrario, en la fase depresiva, existe una disminución del deseo y la práctica sexual, entre otros síntomas bastantes negativos para la vida.
Durante la fase maníaca, se produce un aumento de la producción de la dopamina, una sustancia del cerebro que es el principal neurotransmisor de la motivación, que nos impulsa a hacer y probar cosas nuevas y, clave, en la excitación sexual”.
“Durante la fase maníaca, por tanto, crece la excitabilidad de tipo sexual, mientras que en la fase depresiva disminuye”, explica este especialista, que también dirigió una ponencia sobre este tema en el VII Curso Internacional de Sexualidad y Salud Mental, celebrado en Salamanca.
En las fases maníacas, agrega Usue Espinós, psicóloga de la Asociación Bipolar en Madrid (ABM), en grupos de autoayuda desde hace 15 años, el aumento libido suele conllevar conductas promiscuas, y existe riesgo de enfermedades de transmisión sexual y embarazos no deseados.
Por tanto, los problemas principales que una persona con trastorno bipolar puede tener son los cambios del deseo sexual en un sentido u otro, pero también “pueden darse retraso en la eyaculación, impotencia y anorgasmia”, enumera el doctor Vieta.
Por otro lado, y mirando hacia la esfera más psicológica y social de esta enfermedad, éstas también se ven claramente afectadas. “Muchas personas con trastorno bipolar tienen dificultades para mantener una pareja estable, a veces la falta de habilidades sociales o el aislamiento complica la posibilidad de tener una pareja estable y esto hace que tengan menos posibilidades de tener relaciones sexuales”, comenta Espinós.
Además, las conductas de hipersexualidad y la promiscuidad que refieren en las fases maniacas cobran aquí gran importancia, ya que pueden provocar rechazo social y familiar. La disminución del impulso sexual puede reducir la calidad de vida y la autoestima, incluso “por mucho que se explique a los pacientes que se trata de un problema transitorio asociado a la fase depresiva o al tratamiento”, lamenta el doctor Vieta.
De hecho, la psicoeducación y la rehabilitación cognitiva son clave para tratar el transcurso de la enfermedad, tal y como este especialista junto con otros investigadores demostraron en un estudio publicado en la revista “American Journal of Psychiatry”.
Los fármacos son un capítulo aparte, que también puede influir en las relaciones sexuales de pacientes con trastorno bipolar y otras enfermedades mentales. “En ocasiones, consumen psicofármacos que producen alteraciones en su actividad sexual. El problema puede ser que abandonen la medicación, con el consiguiente riesgo de recaídas”, mantiene la experta de la ABM.
Pero los fármacos son esenciales para mantener la calidad de vida de los pacientes y controlar de pleno la enfermedad, tal como asegura el doctor Vieta: “El tratamiento es imprescindible para mantener la enfermedad bajo control y poder llevar una vida normal. Pero en algunos casos puede reducir el deseo y ocasionar disfunciones como anorgasmia, retraso de la eyaculación, o incluso impotencia, pero son efectos adversos reversibles que se dan sólo en ocasiones”.
Así, no todos los medicamentos (en éste o cualquier otro trastorno mental) conducen a estos efectos adversos aunque con frecuencia, lamenta el experto, los psiquiatras olvidan tener en cuenta este aspecto a la hora de la prescripción, en parte porque, si no se pregunta directamente, los pacientes no hablan de ello. “Los problemas que puedan derivarse del tratamiento se solucionan cambiando la medicación; además, pueden utilizarse técnicas sexológicas o farmacológicas cuando estén indicadas”, informa.
El trastorno bipolar es una patología común y tratable si se diagnostica a tiempo. Todos aquellos que lo sufren, aconseja el especialista, deben saber que si han percibido cambios indeseados en su capacidad de disfrute de una vida sexual sana y plena, existen soluciones; el primer paso es comunicarlo a los responsables de su tratamiento.
“Si sospecha que tiene un trastorno bipolar y no está diagnosticado, no tema ir al psiquiatra, le ayudará. La Psiquiatría ha progresado muchísimo en los últimos años, ahora existen unos magníficos especialistas y esta enfermedad, cada vez más, se trata más desde una perspectiva multidisciplinar y multinivel, involucrando a psiquiatras, psicólogos, enfermeros, médicos de familia, etc. Los equipos están preparados para aconsejar y tratar los cambios en la conducta sexual que afectan a tantos pacientes con trastorno bipolar, pero hay que comunicarlo”, concluye.