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Como ya no le dejan volar, Hawking ha debido viajar hasta las Islas Canarias en un crucero que duró seis días
Como ya no le dejan volar, Hawking ha debido viajar hasta las Islas Canarias en un crucero que duró seis días

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Stephen Hawking ya no mueve sus dedos. La devastadora enfermedad que comenzó a socavarle el sistema nervioso, cuando tan sólo contaba 21 años, ni siquiera le permite manipular el mouse que antes utilizaba a fin de seleccionar en su computadora las frases que a continuación reproducía a través de un sintetizador de voz.

Unos pocos músculos de su cara se han convertido en las últimas partes del cuerpo que puede utilizar para comunicarse, activando con la mejilla derecha un sensor acoplado sobre sus gafas.

Gracias a esta sorprendente técnica diseñada especialmente para su uso, Hawking logra desplazar un cursor en una pantalla a fin de poder activar la legendaria voz robótica que habla por él. Eso sí, con marcado acento norteamericano.

Pero, pese al descomunal esfuerzo que debe realizar para compartir sus ideas, el genio ha podido transmitir muy bien sus ideas, en el evento al que fue invitado recientemente en las Islas Canarias.

Cuando acede en su silla de ruedas al lobby del hotel de Tenerife en el que se aloja, dibuja una entrañable sonrisa en su cara, con esos mismos músculos que todavía le sirven para expresar sus pensamientos.

Como ya no le dejan volar, Hawking ha debido viajar hasta las Islas en un crucero de seis días, para presentar la pasada semana su particular visión del cosmos, en el Festival Starmus, un congreso concebido para difundir los últimos hallazgos astronómicos a nivel mundial.

Su asistente, Nikky O'Brien, está a su lado permanentemente, pendiente del más mínimo gesto de Hawking, le peina y confirma la aprobación del astrofísico para que el fotógrafo del diario El Mundo, de España, pueda realizar su trabajo.

“Adelante, no hay problema, le ha gustado mucho todo lo que habéis montado”, comenta con entusiasmo.

Mientras Hawking posa como un profesional para la sesión de fotos, levantando los ojos para mirar a cámara, esbozando su mejor sonrisa, O'Brien le comenta al periodista enviado por la misma publicación, que el profesor está disfrutando su visita a Canarias. “Incluso ha probado las papas con mojo picón y le encantan”, asegura. A pesar que su movilidad es cada vez menor, Hawking todavía puede masticar la comida relativamente bien y, además, es un exquisito gourmet.

Entre su equipo de cuidadores no hay nadie con conocimientos de informática, por si surgiera algún problema con su ordenador o el sintetizador de voz. Sin embargo, si se produce alguna incidencia importante, la enfermera nos explica que un informático de Cambridge puede entrar en el ordenador de Hawking, mediante una conexión remota, y resolver cualquier problema.

Con el sofisticado mecanismo, que activa mediante el movimiento de sus mejillas, Hawking logra escribir una media de tres palabras por minuto. Por lo que, para entrevistar al astrofísico británico, es una condición imprescindible el enviarle todas las preguntas con antelación. De lo contrario, el diálogo podría extenderse por horas e, incluso, días.

Cuando termina la sesión de fotos, que Hawking ha soportado sin una sola queja, empieza a mover el cursor en la pantalla de su ordenador a través del sensor acoplado a sus gafas, y lo coloca sobre un documento de Word en su escritorio, señal inequívoca de que ha llegado el momento de la entrevista.

En el libro que le hizo mundialmente famoso, Historia del Tiempo, escribió que algún día lograremos una “teoría del todo”, que nos permitirá comprender las leyes que gobiernan el Universo o si hay aspectos de la realidad que nunca podrá discernir la mente humana.

“Creo que finalmente lograremos comprender el origen y la estructura del Universo. De hecho, estamos muy cerca de lograr este objetivo. En mi opinión, no hay ningún aspecto de la realidad fuera del alcance de la comprensión humana”.

Al final de ese mismo libro, escribió que si algún día lográramos esa “teoría del todo”, conoceríamos “la mente de Dios”. Pero, posteriormente, en su polémico libro, El gran diseño, afirmó que el Universo puede crearse de la nada, “por generación espontánea”, y que la idea de Dios “no es necesaria para explicar su origen”.

“En el pasado, antes de que entendiéramos la ciencia, era lógico creer que Dios creó el Universo. Pero ahora la ciencia ofrece una explicación más convincente. Lo que quise decir cuando dije que conoceríamos “la mente de Dios”, era que comprenderíamos todo lo que Dios sería capaz de comprender si acaso existiera. Pero no hay ningún Dios. Debo admitir que soy ateo. La religión cree en los milagros, pero éstos no son para nada compatibles con la ciencia”.

Su rotundo comentario deja muy claro que aunque muchos han llegado a considerar como “un milagro” el hecho de que el científico siga vivo, medio siglo después de que se le diagnosticara una enfermedad cuya esperanza de vida suele ser de apenas un par de años, Hawking rechaza de plano todas las creencias religiosas.

Antes de poder responder a cada pregunta, el astrofísico va eligiendo frases del archivo en el que ha dejado preparadas sus respuestas y las vuelca en un programa, denominado Speaker, que convierte textos escritos en frases que son emitidas por su sintetizador.

El software que reproduce la famosa voz de Hawking es de los años 80, la época de la traqueotomía a la que tuvo que someterse y que le dejó definitivamente sin habla. Hoy existen programas mucho más avanzados, que suenan mucho menos robóticos, pero Hawking lleva ya tantos años escuchando esta voz, que se identifica plenamente con ella y no tiene ninguna intención de cambiarla.

En una ocasión incluso le preguntaron si no preferiría instalarse un sintetizador con un acento más británico, que se parecería mucho más a la voz original de un nativo de Oxford como él. Pero Hawking, con ese inconfundible sentido del humor que sin duda le ha ayudado a soportar durante tantos años una enfermedad tan cruel, respondió: “Es que, con el acento americano, tengo mucho más éxito con las mujeres”.

A muchos de sus colegas científicos les parece un despilfarro el invertir millones de euros en enviar misiones con astronautas al espacio. Pero, el astrofísico tiene muy claro que la conquista del cosmos debe seguir adelante, “no sólo porque la exploración espacial ha impulsado y continuará impulsando grandes avances científicos y tecnológicos”, sino porque, además, puede significar la futura supervivencia de nuestra especie. “Podría evitar la desaparición de la Humanidad gracias a la colonización de otros planetas”, explica Stephen Hawking.

El tiempo se acaba y la enfermera O'Brien empieza a hacer la señal de corte, pero Hawking aún tiene un último comentario. Ante la pregunta de cómo le gustaría que le recordaran las futuras generaciones, no duda un instante. “Espero que se me recuerde por mi trabajo en el campo de la cosmología y de los agujeros negros”, contesta, al tiempo que empiecen a llevárselo sus enfermeras.

Llama la atención que no diga absolutamente nada sobre el extraordinario ejemplo que ha dado con su vida, al demostrar hasta dónde puede llegar la capacidad de superación del ser humano ante la adversidad más cruel.

Y, mientras desaparece por los pasillos del hotel, resuena en el aire una de sus frases más inolvidables: “La Humanidad es tan insignificante, si la comparamos con el Universo, que el hecho de ser un minusválido no tiene mucha importancia cósmica”.

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