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NOTICIAS | CULTURA
La base sobre la que construye sus mitos el célebre Dan Brown, palidece ante el exquisito rigor del escritor turolense
La base sobre la que construye sus mitos el célebre Dan Brown, palidece ante el exquisito rigor del escritor turolense

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Javier Sierra, que fue periodista antes que escritor, no tiene parangón en el mundo de la novela histórica cargada de enigmas. Su exitoso libro, “La cena secreta”, se convirtió en la primera novela española de la historia que entró en las listas de superventas en Estados Unidos.

Si España hoy, pudiese presumir del poderío cultural americano, o lo que otros llaman imperialismo, Dan Brown seguramente no sería el fenómeno literario en el que se ha convertido.

El pulso narrativo del celebre autor de “El código Da Vinci” es algo innegable. Pero, la base sobre la que construye sus mitos, palidece ante el exquisito rigor del escritor turolense.

En cada una de sus obras, sabe bien de lo que habla, porque él estuvo allí. Incluso, como cuenta en una entrevista concedida al diario “La Vanguardia” de España, pernotó una noche a solas en la tumba del faraón Keops, tras no pocos esfuerzos y el haber untado las manos necesarias, con la finalidad de escribir “La pirámide inmortal”.

Sierra, que dirigió la revista “Más Allá”, decana del periodismo de misterio en la madre patria y que suele tener una respuesta digna para los enigmas más conocidos, también es el comisario de una exposición sobre los Guerreros de Xi’an, un enorme jeroglífico de 8.000 personajes de terracota, que acaba de llegar en Barcelona.

“Que sepamos, no ha habido ninguna maldición asociada al descubrimiento de estos guerreros, ¿no?”, pregunta el periodista. A lo que el escritor, con su buen humor habitual responde: “No, ninguna. Los visitantes pueden estar muy tranquilos”.

Al preguntársele cual ha sido el mayor misterio al que se ha enfrentado en su vida como investigador, Javier Sierra no duda en responder: “El misterio por excelencia: La construcción de la Gran Pirámide”.

“Aún hoy, seguimos sin tener claro cómo se edificó. Buena prueba de ello es que cada año surge una teoría diferente y no hay consenso entre los egiptólogos”. Y, la culpa de ello, afirma contundentemente, “la tienen los antiguos egipcios”.

Es harto conocido que estos nos dejaron todo tipo de detalles de cómo habían erigido sus obeliscos y templos o de cómo trasladaron algunos de sus grandes colosos. Pero, de la Gran Pirámide, no dejaron un sólo relieve. Y eso que nos transmitieron documentación de cada área de su vida cotidiana, desde la cirugía hasta los relatos eróticos.

Sierra afirma que existen dos hipótesis: “O bien el monumento es extraordinariamente antiguo, más de lo que cree la egiptología. Es decir, anterior a la IV dinastía, y por lo tanto no hay textos. O bien, su construcción se consideró un secreto de Estado”.

Ante tal afirmación, no podía dejar de surgir la pregunta que todos nos hemos hecho alguna vez: “¿Descarta elementos sobrenaturales o ajenos a la especie humana?”

“Yo soy más partidario de creer en los “terrestres extra”, que en los extraterrestres”, afirma. Y, a continuación aclara: “Es decir, los egipcios bebieron de fuentes documentales y científicas muy avanzadas, que se han perdido”.

“En la cronología del Antiguo Egipto hay una gran paradoja: Las primeras dinastías hacen lo más complicado: Los monumentos más grandes, el movimiento de las mayores masas pétreas, llegando a utilizar bloques de hasta 200 toneladas en sus construcciones… Eso se pierde con el tiempo, como si la cultura egipcia se hubiera degenerado. Algo, que no sucede con ninguna otra cultura conocida”, explica.

¿La Atlántida, Mu o Lemuria?

“La tentación es buscar lo que se ha llamado la “Cultura Madre”, aquella de la que pudieron haber abrevado todos estos sabios”, afirma.

Y agrega: “Antes de la I dinastía, se dice que el delta del Nilo estuvo gobernado por unos reyes semidivinos, compañeros de Horus, que trajeron el conocimiento. Definitivamente, creo que tras todo mito hay una información válida que no debemos desestimar”.

¿Ha pasado alguna vez una noche tan terrorífica como la que vivió el protagonista de su libro, “La pirámide inmortal”, al comienzo de la novela?

“¡Desde luego! El mismo episodio que vive el protagonista. Yo pasé una noche entera en el interior de la Gran Pirámide para tratar de descubrir qué le pasó a Napoleón Bonaparte, cuando él lo hizo. Y creerme, jamás volvería a repetirlo”, señala enfáticamente.

Y, ¿ha visto algún fantasma como el de “El maestro del Prado”?

“Claro. ¡Yo lo conocí de verdad!”, afirma de forma contundente. “La historia parte de un hecho real, un señor al que encontré en el museo y que comenzó a contarme una serie de historias maravillosas. Un señor al que jamás pude volver a encontrar”.

Admira a Leonardo da Vinci. Tanto que no duda en decir que seria el personaje histórico al cual acudiría si se encontrase bloqueado ante un enigma.

“El veía las cosas al revés que el mundo, escribía de derecha a izquierda, era un apasionado de los espejos y los acertijos, retrataba comenzando por la caricatura… Ir a contracorriente te da la garantía de éxito ante algo indescifrable”, afirma.

“El mundo del misterio ha dejado de fascinar al público”, le espeta el periodista. “Apenas hay programas, las revistas casi no se venden… ¿Cree qué es culpa de la tecnología?”

“Una razón importante es la aparición de Internet, que ha convertido la búsqueda del misterio en algo personal y menos colectivo”, dice sin dudarlo.

“La gente sigue fascinada por las grandes preguntas. Pero, la búsqueda, no se focaliza en un medio determinado, sino a golpe de Google. Y no pasa nada... Quien encuentra respuestas a los grandes misterios, las encuentra en privado”, añade.

Si tuviera que indicarle a un nuevo lector con que libro suyo comenzar, ¿Cuál sería?

“Le invitaría a leer “La ruta prohibida”. Se trata de un ensayo, escrito en capítulos cortos, sobre enigmas del pasado que me han inspirado para escribir las novelas posteriores”.

Ha sido objeto de una tesis doctoral, presentador de programas de radio y televisión y su libro, “La cena secreta”, se convirtió en 2006 en la primera novela española en alcanzar el Top Ten de las más vendidas en los Estados Unidos.

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