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La atracción más importante de este este monumental complejo es precisamente el monolito que le da su nombre: Sayhuite
La atracción más importante de este este monumental complejo es precisamente el monolito que le da su nombre: Sayhuite

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A 3750 metros sobre el nivel del mar se levanta un impresionante complejo inca: Sayhuite. Un recinto arqueológico que contiene uno de los más grandes enigmas del “Perú Antiguo”.

Se ubica a 47 kilómetros al este de la ciudad de Abancay, a unas 3 horas de distancia de la ciudad de Cuzco, en la región de Apurímac. Y que, a pesar de su importancia y majestuosidad, sigue siendo una de las atracciones turísticas menos visitadas de ese país.

Al yacimiento, se le considera como un importante centro de culto religioso de la civilización inca, que centraron aquí su especial adoración por el agua, con un templo que las leyendas describen cubierto por láminas de oro del grosor de una mano.

Cuando los conquistadores llegaron a Sayhuite, según narra John Hemming en su libro “Monuments of the Incas”, el templo era regido por la sacerdotisa Asarpay quien, antes de ser capturada, se arrojó desde lo alto de una cascada cercana, de 400 metros de alto.

Los restos del templo no muestran ni rastro de ese oro, evidentemente, pero por todo el lugar hay dispersos unos grandes bloques de piedra andesita, tallados y con escalinatas, que dan la impresión de haber formado parte de una construcción mayor.

Hoy, la atracción más importante y más conocida de ese este valioso complejo arqueológico es precisamente uno de esos impresionantes bloques pétreos: El monolito Sayhuite. Una roca con más de 200 figuras de formas geométricas y zoomorfas, y que desconcierta a los expertos en cuanto a su posible origen y propósito.

¿Quién lo creó? Es todavía un enorme misterio. A pesar de que se conoce, a ciencia cierta, que dicho lugar era una especie de santuario de los incas, los arqueólogos no están seguros de que éstos fueran realmente sus verdaderos constructores.

Se trata de un gran bloque de granito de más o menos once metros de circunferencia, cuatro de diámetro y casi dos y medio de alto, ornamentado en su mitad superior con una serie de complejas y misteriosas figuras, entre las que se pueden apreciar accidentes geográficos y construcciones humanas, talladas en un aparente desorden, aprovechando los relieves y depresiones naturales de la roca.

Se desconoce qué uso se le daba, pero estando en un centro ceremonial lo probable es que tuviera una significación religiosa, quizá una representación simbólica del universo o, como sostiene Federico Kauffman Doig, que estuviese relacionado con el culto del agua, una especie de gigantesca paccha, habida cuenta de los receptáculos en los que podía empozarse el agua procedente de la lluvia.

Otros, considerando que muchas de las figuras representan construcciones humanas, canales, escalinatas o estanques, proponen la hipótesis de que la piedra de Sayhuite fue una especie de plano o croquis pétreo, hecho por los arquitectos incas para llevar el control de las obras hidráulicas que realizaban. Recientemente, se ha podido comprobar que la piedra se remodeló varias veces, añadiendo y quitando elementos, y cambiando los cursos del agua.

Incluso, hay quienes lo han asociado a sacrificios humanos. Una especie de altar en el que, por sus intrincados canales, corría la sangre de las personas sacrificadas en lo alto del mismo.

Dicen, que los 38 agujeros distribuidos alrededor de esta inmensa roca contenían oro y plata. Pero que, los conquistadores españoles, arrebataron los metales preciosos de los mismos, además de segar las cabezas de las figuras de los animales tallados, creyendo que allí también encontrarían metales preciosos.

La palabra Saywite, proviene de la convergencia de dos vocablos quechuas: Sayay-Huiti, cuyo significado en el idioma español es “detente inquieto”. Aunque, algunos estudiosos, indican que la traducción más adecuada sería la de “detente nieve”.

El área principal de este yacimiento se halla en el nivel alto del mismo, desde donde se puede observar toda la zona arqueológica. Es allí, precisamente, donde se encuentra el enigmático monolito en el que, dada la profusión de elementos esculpidos en el mismo, se representa una iconografía bastante variada y donde se pueden apreciar especies animales que no son de la zona.

En el sector oeste del yacimiento se puede observar varios recintos de tamaños variados. El más grande tiene la forma de una pirámide y, aparentemente, habría servido de vivienda a los sacerdotes.

El Sector II comprende un serie de construcciones, cuya característica principal es la sucesión de 9 fuentes, orientadas de este a oeste, con una escalinata de sesenta y ocho peldaños, que presenta una fina mampostería delimitada por dos muros hechos a base de roca, y que habría sido utilizada para celebrar el culto al agua.

El Sector III se ubica al este del conjunto y comprende una superficie de 1200 metros. A este lugar también se le conoce como “Rumi Huasi” y, en sus predios, se encuentra emplazado el monolito II. Una estructura monumental de forma rectangular, con unas preciosas tallas de trazo geométrico.

En el Sector IV, ubicado en la parte sureste de este colosal complejo, se halla una estructura maciza denominada “Usnu Pampa”, de unos 18 metros de ancho por 34 de largo, en la que muy posiblemente se realizaban ceremonias religiosas de culto al sol y el agua, constituyendo un lugar de concentración masiva y adoración al dios Sol y la diosa Luna.

El Sector V se caracteriza por la presencia del monolito Intihuatana, un elemento de un antiguo observatorio Inca de forma rectangular, cuyas dimensiones son de 3.40 metros de diámetro y 0.94 de alto. Además, se halla un complejo de fuentes de plataforma asociadas a una serie de elementos que servirían para medir el paso del tiempo.

Para muchos estudiosos y científicos, que se basan en los distintos elementos que se hayan representados en la misma, la piedra de Saywite sería una especie de representación en maqueta de Tahuantinsuyo, el Oráculo o piedra ceremonial que encerraba las tres regiones del Perú: la Sierra, la Selva y la Costa.

Así, la Sierra, estaría representada por la llama, el cóndor, los pumas, sapos, la serpiente, la langosta, la araña, la lagartija, y por restos arqueológicos, como los de Machupicchu, Pisac, Ollantaytambo, Saqsayhuamac, Tipón y Pikillaqta.

La Selva, por el mono, la iguana, el jaguar, los tigrillos y las aves de la región, y por los restos arqueológicos de Vilcabamba, Espititupampa, Choquequirao y la Ciudad Perdida.

Y, finalmente, la Costa estaría a su vez representada por el mar y por animales como el pulpo, el cangrejo, el camarón, el pelícano y otros que, lamentablemente, fueron mutilados.

Vale la pena hacer un breve comentario, ya que el término Tahuantinsuyo se refiere al territorio del famoso imperio Inca, que logró abarcar unos 2 millones de km² entre el Océano Pacífico y la cuenca del Amazonas. Actualmente, el Tahuantinsuyo es un territorio comprendido por el sur de Colombia, pasando por Ecuador, Perú Bolivia, Chile y el noroeste de Argentina.

Y, para aquellos que no puedan trasladarse hasta la región de Apurímac, también vale la pena recordar que se puede encontrar una réplica de esta famosa roca en el Museo de la Nación, ubicado en la ciudad de Lima, uno de los dos museos más importantes del Perú.

La preservación de la zona arqueológica de Sayhuite incluye dejar partes del sitio sin excavar y proteger el monolito de posibles saqueos y de la erosión. Para proteger el sitio arqueológico del vandalismo, la educación es un elemento crucial. Sólo a través de la educación se pueden crear lazos que involucren a la población con una parte significativa de su historia, haciéndoles tomar conciencia de la importancia de la preservación de su legado arqueológico.

También es importante alentar a los turistas a visitar este monolito, ya que les insta a participar en la preservación de la cultura material de los pueblos antiguos. Es importante que el público en general conozca que, gracias a hallazgos arqueológicos como éste, se logra comprender a los pueblos del pasado y la forma en que estos vivían.

Preservar el sitio dará una oportunidad para que, gracias al advenimiento de nuevos avances tecnológicos, los arqueólogos puedan llegar a realizar estudios del sitio en el futuro que, muy posiblemente, ayudarán a entender el significado real de este monolito.

Complejo arqueológico de Sayhuite | Curahuasi Abancay | Apurímac
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