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Todos tenemos un ego y un punto narcisista que nos lleva a mostrar lo que nos hace más atractivos para los demás
Todos tenemos un ego y un punto narcisista que nos lleva a mostrar lo que nos hace más atractivos para los demás

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Scarlett Johansson, Kim Kardashian, Mila Kunis y Jennifer Lawrence no sólo tienen en común su belleza, el talento y la fama. Además, también comparten el gusto por fotografiarse al desnudo y en poses que van más allá de lo insinuante.

El gusto, por estas selfies, íntimas, salió a la luz por cuenta de piratas informáticos, que lograron robar las imágenes de iCloud, un servicio de almacenamiento de Apple, que les permite a los usuarios respaldar en ese disco duro virtual sus archivos, correos, videos y, claro está, fotos. Muchas de las mismas, realizadas con teléfonos celulares.

Las discusiones producidas en torno a lo sucedido, sin embargo, no se han quedado sólo en el asunto de la seguridad del servicio, también le ha llevado a muchos a preguntarse qué subyace en la necesidad de sacarse selfies eróticas.

Hay que decir, que, entre quienes comparten fotos sugestivas o íntimas, convergen, de acuerdo a la opinión de los expertos, conductas que van desde el exhibicionismo, hasta la pura necesidad de llenar vacíos de índole emocional. En la opinión del doctor Luis Orduz, actual presidente de la Sociedad de Psicoanálisis de Colombia, “todo ser humano tiene en el fondo impulsos exhibicionistas”.

“Algunos, pueden hacerlo mostrando las partes de su cuerpo que más les gustan, y otros, aspectos artísticos o intelectuales. Todos tenemos un ego y un componente narcisista que nos lleva a dejar en evidencia algo que nos haga mucho más atractivos para los demás”, asegura Orduz.

Según el experto, este rasgo difiere de la necesidad de ser aprobado, ya que las personas que piensan más en ese factor suelen inhibirse, en vez de mostrar, calculando muy bien el impacto que generan sus actos en los demás.

Sandra Herrera, psicóloga de la Universidad de la Sabana, cree que el afán de algunos por destaparse excesivamente obedece estrictamente a necesidades psicológicas histriónicas de aceptación, no ajena, sino propia.

“Son personas que siempre quieren ser protagonistas, y cuando se les acaban los recursos, encuentran otras formas de llamar la atención, sin importar lo que tengan que hacer”, señala Herrera.

No puede descartarse, sin embargo, que este tipo de selfies generen satisfacción en sus protagonistas.

Nubia Torres, psicoanalista, magíster en Psicología Comunitaria y profesora asociada de la Universidad Javeriana, explica que “mirar, ser visto, ser reconocido, amado, admirado, visto, tocado y mucho más, son sensaciones o experiencias que producen placer”.

De acuerdo con la docente, todos los seres humanos tienen necesidades de este tipo y las formas de encontrar alivio o satisfacción son muchas. El imperativo es que cada quien quiere que sus cualidades más valoradas sean vistas y admiradas.

Para esta especialista, “con la circulación de las imágenes propias en las redes, incluso si esto ocurre de manera accidental, como en el caso de “hackeo” en iCloud, no puede afirmarse nada que sea totalmente definitivo. Sin embargo, resulta llamativo el hecho de que lo privado ya no lo es más. Lo que aparece es una exposición sin límite y sin conciencia de los riesgos o efectos de la misma. No se logra diferenciar entre lo público y lo privado”.

Los avances tecnológicos y la masificación de las redes sociales han hecho que estos límites, entre lo público y lo privado, sean cada vez más difusos.

Sin caer en la paranoia, los expertos recomiendan pensarlo mejor antes de sacarse fotos o filmarse en poses demasiado comprometedoras. Las filtraciones son reales y ya no se producen sólo cuando este material se comparte con otros.

Si la decisión, pese a todo, es hacerlo, hay que prepararse para asumir los potenciales efectos que puede tener, en la vida personal, el exponerse de este modo.

Un reciente estudio de la Universidad Wageningen, de Holanda, concluyó que la alta exposición de la privacidad sexual, sobre todo por medio de selfies, es un rasgo de personas que, contrario a lo que tiende a creerse, tienen en realidad muy poca actividad sexual.

Los autores de este trabajo, liderados por Christyntjes Van Gallagher, compararon cientos de autofotos con la realidad de sus protagonistas, y encontraron que, de 800 personas adictas a las selfies, el 83 por ciento no tenía vida sexual activa, pese a que en su perfil se auto describían como “sexies”.

Desde el punto de vista de la psicoanalista Nubia Torres, “las selfies funcionan como un espejo, que puede archivar la imagen que se elige conservar y descartar aquella que no se ajusta a las expectativas personales”.

“Pareciera una necesidad de afirmación constante que no encuentra descanso. Como si aún no se hubiese podido habitar y aceptar la envoltura de sí mismo”, señala.

La especialista, sin embargo, no descarta que en algunos casos el asunto no pase de ser un simple gusto personal.

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