NOTICIAS | NATURALEZA
Por sus instalaciones han pasado personajes de la talla de Rubén Darío, Arturo Toscanini o Giuseppe Garibaldi
Se trata de una inmensa acumulación de trocitos de plástico, con una densidad entre 10.000 y 40.000 piezas por km2

Oferta Especial

Hace 17 años, el veterano navegante y oceanógrafo Charles Moore, divisó una capa gigante de plástico flotando sobre el Pacífico, que aliviaba en las playas de Hawaii.

Aunque es un fenómeno que ha sido estudiado por numerosos biólogos y oceanógrafos, muchas personas se muestran escépticas al ver que no es detectado por imágenes de satélite, pero todo parte de un malentendido.

Los medios de comunicación usan para denominarlo los términos “isla de plástico”, “isla de basura” o “mar de plástico”, lo que da una idea de algo más sólido, como la descripción verniana del “Mar de los Sargazos”, con la que encaja a la perfección.

En realidad, se trata más bien de una acumulación de trocitos de plástico en suspensión, de no más de 5 mm de diámetro, con una densidad entre 10.000 y 40.000 piezas por km2.

En muchas zonas es indetectable a simple vista. Podrías navegar a través de ella y no percatarte, en absoluto, de la gran acumulación de plástico que tienes alrededor. Llamarlo “sopa de plástico”, sería incluso mucho más adecuado.

Estudiar estas manchas, actualmente se calcula que existen cinco grandes acumulaciones, es algo por lo demás complicado, debido a su disparidad y a que las corrientes y los vientos las hacen variar tanto en extensión como en concentración, continuamente.

La mayor porción de estos residuos procede de aparejos de pesca y de “pellets”, unas bolitas plásticas que se usan para fabricar otros artículos, aunque también es posible encontrar otros cuerpos como latas, botellas, e incluso objetos de mayor tamaño.

Esto, por supuesto, está afectando a la vida marina más allá de los peces atrapados en el plástico del pack de las latas de refresco.

Aunque, en la actualidad existen aún muy pocas investigaciones al respecto, la bióloga marina Miriam Goldstein ha podido determinar que el 33% de los percebes próximos a dicha mancha presentan partículas en su tracto digestivo, aunque no encontró ningún caso de obstrucción.

Más preocupante resulta la facilidad que le otorga al Halobates sericus, una especie de zapatero de agua salada, para poder depositar sus huevos y aumentar de esta forma su población y la de sus predadores, aunque aún es pronto para encontrar una relación directa entre esto y un posible impacto.

No obstante, la situación más problemática no se da en la superficie marina sino en los cañones oceánicos donde el plástico que no flota, gracias al filtro UV natural que supone el agua y las bajas temperaturas, no se destruye, alterando de este modo el fondo marino. Esa situación ya ha sido observada por buceadores en el cañón de Marsella, en el cual desembocan las aguas servidas de la ciudad.

La prevención de estas acumulaciones es un problema difícil de atajar. Para empezar, está en aguas internacionales, así que no es preocupación de ningún país y proceden de numerosas fuentes imposibles de controlar: vertidos directos al mar de residuos por flotas pesqueras o en zonas de costa recreativas, vertido accidental de pellets, transporte de vertidos por viento o por ríos durante las tormentas.

Si alguien preguntara por donde comenzar a atajar el problema, podría poner el ojo en los pellets, que no sólo causan contaminación física sino que son una fuente importante de policlorobifenilos, una sustancia realmente tóxica.

El problema está ahí. Ya es algo innegable. Y, hacerlo, como algunos, gobiernos incluidos, sólo logrará agravarlo más.

This Is A Developing Story
ESPECIALES