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“Uno podría decir, que la democracia ha muerto, que sólo permanece el cadáver que camina”, sostiene Canfora
“Uno podría decir, que la democracia ha muerto, que sólo permanece el cadáver que camina”, sostiene Canfora

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Debe buena parte de su renombre internacional a sus investigaciones sobre la antigua Grecia. Pero sus publicaciones, más de setenta, nos demuestran que su mirada crítica también se detiene en Julio César, Gramsci o la política italiana actual y su relación, de dependencia, con el verdadero poder.

A sus 71 años, el historiador, filólogo clásico y ensayista italiano, Luciano Canfora, sigue haciendo cada día el trayecto entre la antigüedad y el presente sin perder el aliento.

Es más, si uno queda con él tras una de sus clases en la Universidad de Bari o la de Bolonia, tiene que tener en cuenta que sus alumnos siempre intentan que haga un bis como si se tratase de un cantante de moda.

En una entrevista concedida al diario español, El País, el filólogo italiano lamenta el fracaso de Europa frente al poder económico mundial y nos recuerda, muy asertivamente, que el pasado siempre ayuda a entender la actualidad.

Benedetto Croce, expone, “decía que toda la historia del mundo es contemporánea, porque vive dentro de nosotros. Nos ocupamos del pasado porque tiene que ver con lo que ocurre hoy”.

“La antigüedad, que me gusta tanto, no es un cementerio, ni un museo de cera. Es un campo de batalla, donde el enfrentamiento continúa” dice. “El pasado es el inicio de tantas cosas. Si, por ejemplo, yo pretendiese entender la democracia de un punto en adelante no entendería nada. Así que no es un capricho, sino una necesidad”.

“Me di cuenta que existían versiones contrapuestas de un mismo hecho. Me gusta ver esas variantes, tratar de confrontarlas y acercarme a eso que solemos llamar verdad”, cuenta el intelectual italiano.

Dice que la verdad tiene que estar en alguna parte, no puede no estar. “Es como un hilo conductor único a través del cual yo he de afrontar una búsqueda. Y ese hilo es exactamente el de la política antigua, la relación entre los hechos y la narración de los hechos”, continúa.

Comenzó a publicar en 1968, con tan sólo 26 años,  y sus escritos son ya más de setenta. Ahora, Canfora publica “El mundo de Atenas”, un libro sobre el mito idealista de la Atenas democrática. En su obra, sostiene que en el tiempo del imperio ateniense no existía ese mito, que esa idealización de Atenas vino después.

“El mito de Atenas comienza tarde. Atenas al principio se convierte en una especie de universidad, un lugar donde hay muchos libros antiguos, las escuelas filosóficas todavía funcionan, es el tiempo de Cicerón. Es mucho después, podríamos decir que con la Revolución Francesa, con la Ilustración, cuando Atenas se vuelve a convertir en un modelo político”, explica.

La reacción contra el modelo ateniense, comenta, “viene cuando comienza la Restauración y se empieza a decir: “Nos habéis puesto como modelo una sociedad horrenda”. Por tanto, hay dos vías: una, la de los liberales radicales ingleses que pretenden que sea el precedente de whigs, antiguo nombre del Partido Liberal Británico, y la otra, la de los conservadores alemanes, que decían que Atenas era peor que la Tercera República Francesa. Y ya se combate sobre tesis opuestas”.

¿Quién tiene más razón?, argumenta. “Seguramente los conservadores alemanes, que ven el aspecto negativo de una sociedad fundada por una parte sobre el privilegio, la esclavitud escondida pero enorme, y por otra, sobre un poder popular controlado. Esta es la situación al final del siglo XIX. Y se hace más dramática con la revolución rusa”.

Rosenberg, dice, sostenía que Atenas no era una sociedad comunista, sino un Estado social en el que no se confiscaba la riqueza, sino que los ricos tenían que pagar para hacer funcionar la ciudad. “Atenas nos interesa por esto, porque es el primer experimento popular que no expropia, sino que utiliza, la riqueza para devolverla a fines sociales”, exclama.

Pero, por otro lado, explica como el pensamiento conservador o reaccionario mantiene que “Atenas es el precedente de Lenin, donde el poder de todos es el sóviet y, por tanto, es un modelo horrible”. Por lo que en esta línea de pensamiento, argumenta, la idealización de Atenas es, por tanto, minoritaria.

Canfora, ha conjugado muy bien su perspectiva de base marxista con su agudeza filológica en la lectura de los textos de historiografía, de los autores antiguos griegos y romanos y de los mejores historiadores modernos, atento siempre a advertir los prejuicios ideológicos declarados o latentes en unos y otros.

En “La historia falsa” y otros escritos que reúnen trabajos de menor extensión y variada temática, muestra su preocupación crítica ante el agobiante momento de la política europea actual.

Comienza con varios artículos muy breves e incisivos sobre la Europa actual, bajo el rótulo irónico “¡Europa nos lo exige!”, con títulos tan significativos como “El retorno de la esclavitud” y “El beneficio no es el fin de la historia humana”.

Explica que la democracia es el gobierno de los pobres, aunque no sean numéricamente la mayoría y que, el contenido de clase social, cuenta para distinguir los sistemas políticos. “Un sistema político en el que mandan los ricos, porque son la mayoría, no es una democracia, es una oligarquía”, dice.

“Para mí, la democracia no es el hecho de que gobierne la mayoría después de hacer el recuento de votos, es el Estado social, el hecho de que quienes no poseen la riqueza cuenten en la vida política y tengan el modo de hacerlo”, sostiene.

“Ni en la historia ni en la historia política, nada permanece firme. Estamos asistiendo a un cambio importantísimo. El andamiaje es igual y sigue en pie. Pero la realidad es que se ha desarrollado y consolidado un fortísimo poder supranacional, no electivo, de carácter tecnocrático y financiero, que tiene en los organismos europeos los instrumentos para gobernar toda la comunidad. Dando a un país, más importante que los demás, Alemania, el papel de dictar las reglas”, se pronuncia.

“Uno podría decir, por tanto, que la democracia ha muerto, que sólo permanece el cadáver que camina, porque, quien decide realmente, lo hace sin contar con un parlamento”, sentencia. “Una oligarquía fundada sobre los intereses de grandes grupos financieros, que son el verdadero poder”.

“Comparada con ellos, la familia Agnelli, por poner un ejemplo, es una familia de mendigos. No pobres, pero cuentan poco. Por no decir, nada”, ilustra. Los grandes grupos financieros, que tienen un poder mundial e ilimitado, pueden decidir el destino de todos. El Parlamento Europeo que elegiremos en mayo, mantiene, es un seminario universitario que no tiene ningún poder real, “sólo aquel de crear una clase de parásitos muy bien pagados, preciosísimos para el sistema, porque sirven para hacer ver que existe un parlamento y que Europa no es completamente antidemocrática. Por eso les pagan tanto. Porque uno compra una persona si le da 10.000 euros al mes”.

 “Así que, o se cambia de raíz el pacto constituyente o cada uno se salvará a sí mismo, saliendo antes o después”, expone. “Creo que sería mejor la primera solución, que se haga con espíritu de justicia y se transforme en algo en el que todos se reconozcan, no sólo los poderosos”.

“Hace diez años, yo estaba convencido que los partidos socialistas tendrían un gran futuro. En Alemania estaba el Gobierno socialdemócrata; en España, también; en Italia, de vez en cuando aparecía algo así; también en Grecia. Parecía que, por una parte, Europa reconocía la necesidad de convertirse en una comunidad más grande y, por otra, una fuerza históricamente supranacional, como el socialismo, había alcanzado la dirección política adecuada. Pero no ha sido así”, manifiesta.

“Y, esto, ¿qué nos enseña? Nos enseña sobre todo que cuando llega una crisis terrible no somos capaces de dar una respuesta justa, que cada uno ha pensado en lo suyo y que no se ha conseguido contener a los poderes financieros”, explica ásperamente.

Un pensador liberal, Benjamin Constant, escribió que la libertad de los antiguos era opresiva, que prefería la libertad de los modernos. Que la riqueza es más fuerte que el gobierno. “Y es verdad, él lo dice con entusiasmo, yo no, pero es cierto, los partidos socialistas no han sido capaces de plegar a la utilidad social el capital financiero. No era tampoco una empresa fácil. Pero no creo que haya alternativas al intento de volver a traer al movimiento socialista a los fines para los que nació”.

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