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La democracia, puerta férreamente cerrada por el Club, se abrió para celebrar un debate sobre una de sus reuniones
La democracia, puerta férreamente cerrada por el Club, se abrió para celebrar un debate sobre una de sus reuniones

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El 6 de junio de 2013, los miembros e invitados de la institución más elitista y poderosa de occidente aterrizaron en territorio británico para celebrar su 61ª reunión.

Entre los españoles se encontraban el ministro de Economía, Luis de Guindos y el presidente de Inditex, Pablo Isla, invitados por el presidente ejecutivo del grupo PRISA, Juan Luis Cebrián, que, como integrante del Comité Directivo, se encarga de la selección española.

Su asistencia, ha desatado el nuevo protagonismo de Isla en la prensa y los eventos económicos, como el Foro Global España 2014 de Bilbao. Y, de Guindos, ya aspira a presidir el Eurogrupo. Como bien sentenció The Economist, “quien hace escala en Bilderberg, ya ha llegado”. Es decir, se abren las puertas blindadas al común de los mortales.

Lo inesperado, fue que la puerta más férreamente cerrada por el Club, la de la democracia, se abriera para celebrar un debate. Atacada por sus alianzas ultra secretas, que operan a espaldas de la soberanía popular, convirtiendo sus reuniones en una burla al derecho a la información y a la libertad de prensa, la puerta de la democracia, fue abierta por primera y tal vez única vez, para exigirle explicaciones a un Gobierno acerca de una reunión de los Bilderbergs en su territorio. El británico.

Por primera vez en sus seis décadas de secretos y negaciones de su existencia, el muy elitista cónclave se enfrentaba a las preguntas de un parlamento democrático. Y aunque todas las interrogantes iban dirigidas a David Cameron fue, el viejo zorro Kenneth Clarke, quien contestó: “Se trata de la primera ocasión para mí, ya que jamás he respondido en la Cámara de los Comunes, en nombre de ninguna organización privada en la que el Gobierno no tenga algún tipo de responsabilidad”.

Clarke intentó defender que Bilderberg sólo es un foro de intercambio de impresiones organizado con el fin de que sus participantes comprendan mejor el mundo. Pero el diputado Michael Meacher contraatacó: “Ciento treinta de los principales tomadores de decisiones del mundo, no viajan miles de kilómetros simplemente para una agradable charla. Esas personas llegaron aquí con el fin de concertar sus planes para hacer frente a una etapa particularmente difícil en el capitalismo occidental, y en vista de ello, nosotros, los ciudadanos, tenemos derecho a hacer algunas preguntas y pedirles cuentas”.

 

DEMASIADOS SECRETOS PARA UNA DEMOCRACACIA

Meacher aludió entonces a la ley de transparencia, exigiéndola en una reunión que nos afecta a todos los ciudadanos del planeta: “El primer ministro dijo en 2010: “Durante demasiado tiempo los gobernantes han tomado las decisiones a puerta cerrada y se les negó a los ciudadanos el poder de hacerles rendir cuentas”.  ¿Puede el honorable y sabio caballero explicar cómo al comienzo de la semana pasada el primer ministro anunciaba una ofensiva contra la corrupción y la falta de transparencia entre los grupos de presión y al final de la semana él y el canciller insistían en que el más grande y poderoso grupo de presión del hemisferio occidental, una conspiración anti-democrática occidental, si alguna vez hubo una, debe operar en condiciones de total censura y completo secreto?”.

Sus reivindicaciones son legítimas. En un país que se considere democrático es inadmisible que miembros y presidentes de gobierno continúen encerrándose junto a banqueros, reyes y aristócratas, dueños de multinacionales como Microsoft, Facebook, Google, BP, Pepsi o Fiat, propietarios de conglomerados informativos, representantes de la OTAN, parlamentarios europeos y catedráticos de universidades, para diseñar el modelo de mundo que les interesa, sin contar ni dar explicación alguna a los ciudadanos que los han votado en las urnas. Esto no es democracia. Es un error del sistema.

¿Por qué no oímos la declaración del entonces presidente Zapatero tras asistir en 2010 a la reunión en Sitges? Y el ministro de Economía, Luis de Guindos, ¿por qué se ha mantenido en silencio tras la cita británica? ¿Y Dolores de Cospedal, Soraya Sáenz de Santamaría, Felipe González por qué no se han manifestado al respecto? A pesar de que la reunión Bilderberg tiene un efecto directo en la política de los Gobiernos y en la vida de los ciudadanos, ¿por qué ninguno de nuestros políticos nos informan? No puede ser que hayan sido votados por nosotros en las urnas y que después acaten la norma de silencio de un club. “No podéis hablar del contenido de las reuniones con nadie”, les dicen y, sin más, van y obedecen.

 

UN PRECEDENTE INELUDIBLE

En estas fechas, están acabando de llegar las exclusivas invitaciones a la reunión de 2014. La agenda de temas a tratar se está perfilando. Crimea y Rusia será una de las disertaciones estrella. El hotel Marriott de Copenhague, la capital de Dinamarca, ya está reservado y cerrado al público durante los cuatro últimos días de mayo y el primero de junio. Los “amigos americanos” del Club Bilderberg, entre los que se encuentran Henry Kissinger, David Rockefeller, Goldman Sachs & Co. y The Washington Post Company, contribuyen con sus aportaciones económicas anuales al evento. Y, a pesar de que tan insigne periódico esté dentro, no publicará nada relevante al respecto.

Pero la nación donde se reúnen los amos del mundo tiene un precedente que no puede eludir: el parlamento británico, un hito que debe extenderse no solo a Dinamarca sino a todas las asambleas democráticas del mundo. Ahora es el momento de retomar el debate que acabó cuando el octogenario diputado laborista, Dennis Skinner, apodado la bestia de Bolsover, preguntó a Kennet Clare: “¿Cómo es posible que entre todos esos magnates de los medios de comunicación,  banqueros y  políticos, que se reúnen juntos desde 1954, ninguno fue capaz de detectar la llegada de la crisis? O es que, ¿tal vez la han provocado?”. Esa, era la pregunta clave. Y, como era de esperar, fue rehuida por Clare: “Continuamos reuniéndonos con la esperanza de que la próxima vez veamos ver venir las cosas con un poco más de claridad”. El cinismo de los bilderbergs no tiene límites.

Este año, todos los parlamentos están obligados a preguntar a los bilderbergs de sus respectivos países si este año les ha servido para ver con más claridad que en democracia no puede haber sociedades secretas, ni crisis programadas. A los ciudadanos no nos gusta que nos mientan ni los periodistas deben ser títeres del sistema. Y para seguir construyendo sociedades libres, necesitamos que quienes han provocado la actual crisis no permanezcan por más tiempo impunes ante sus responsabilidades. No se puede servir a dos amos a la vez. O se sirve al poder o se sirve a la democracia.

En los parlamentos, el espacio sagrado de la soberanía popular, hay que preguntarles por qué atacan la cultura, el trabajo, la educación, el futuro, la verdad. Ya no hay vuelta atrás. Después del precedente británico, ¿los políticos invitados pueden seguir mintiendo o no responder las preguntas que sobre el Club Bilderberg deben seguir formulándose en los parlamentos democráticos?

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