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La compra de “followers” puede llegar a generar en muy poco tiempo una falsa popularidad en la red
La compra de “followers” puede llegar a generar en muy poco tiempo una falsa popularidad en la red

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El aumento repentino del número de seguidores en las cuentas de Twitter de personajes populares, como el ocurrido en fechas recientes con la cuenta del presidente de Gobierno español, Mariano Rajoy, y la enorme cantidad de seguidores árabes que se le han unido, siempre despierta sospecha.

La compra de followers puede llegar a generar en poco tiempo una falsa popularidad en la red y es la forma más común de hacer trampa para sumar adeptos, pero hay muchas otras y todas se agrupan dentro de la misma práctica: el Astroturfing.

“Se trata pues de falsificar el apoyo popular y masivo para dar imagen de éxito, generalmente en los medios online”, explica el especialista en social media, Juan Quaglia.

El término proviene de una marca de césped sintético, llamada “AstroTurf”, y se popularizó para hacer referencia al fenómeno porque da cuenta de su característica central, la de producir artificialmente algo que en principio debiera ser natural.

Las modalidades de Astroturfing son infinitas, explica Stephan Fuetterer, director general de la agencia de consultores de comunicación Best Relations.

“Hay empresas que se dedican a la creación de corrientes de opinión, supuestamente espontáneas, para tapar las opiniones de grupos que expresan su descontento en la red”, comenta.

“También puede darse el caso que una agencia de social media compre followers, o que individuos se hagan pasar por periodistas, personas que logren posicionarse en Google como los autores de blogs de referencia, cuando en realidad lo único que han hecho es publicar uno que otro comentario en los posts de dichos blogs” indica Fuetterer.

Una forma de saber si se han comprado seguidores falsos o “zombis” es analizar las estadísticas diarias y detectar picos inexplicables. Para ello, existen herramientas de medición gratuitas como Social Bro, Twitter Audit o Fake Follower Chek, esta última comprueba la calidad de los seguidores de cualquier perfil de Twitter y los clasifica en tres categorías: falsos, inactivos y buenos.

Gracias a estas herramientas y a que la red es cada vez más social y hay muchas personas que, motu proprio, investigan para salvaguardar la ética en internet se han detectado numerosos casos de aumentos de seguidores inexplicables.

Un ejemplo, es la subida de 100.000 seguidores en la cuenta del empresario y político estadounidense Mitt Romney (@mittromney) durante la campaña presidencial en 2012. La subida se produjo durante un fin de semana y no hubo ninguna noticia o acción política simultánea que justificara esa variación. “Es difícil saber quién fue el autor detrás de esa acción. ¿Se trató de uno de los publicistas de Romney? ¿Un “fan” que quiso demostrar su apoyo? ¿O alguien tratando de perjudicarlo y generar una noticia perjudicial?”, se pregunta Quaglia.

El hecho de que el Astroturfing esté en crecimiento se debe a su efectividad. Otro caso popular por sus dimensiones es el del Partido de los 50 céntimos. Influir en la opinión pública del país más poblado del mundo requiere de una gran cantidad de participación, hay quienes calculan que este “Partido” estaría integrado por unas 300.000 personas que reciben 50 céntimos por cada publicación favorable.

Estados Unidos también ha demostrado interés por esta práctica con lo que se conoce como el personal management software, una aplicación para la que la Fuerza Aérea del país solicitó presupuesto, y que le permitiría a un usuario manejar múltiples cuentas o personajes en redes sociales. El uso que se le daría a este programa es desconocido, pero los expertos sospechan que el objetivo es utilizarlo para la guerra ideológica en zonas de conflicto.

El Astroturfing lo practican tanto empresas como particulares. Se hace en el mundo offline y en el mundo online. En opinión de Carlos Molina Guerrero, el director de proyectos de Best Relations, desarrollar este tipo de iniciativas “es como hacer funambulismo sobre cuchillas: no las recomiendo a ninguna empresa”. Los expertos en comunicación saben bien que el mayor ahorro de costes al que puede aspirar una empresa es evitar una crisis de reputación.

Para lograr seguidores, y no tener que recurrir a las trampas, Quaglia recomienda: “Brindar contenidos atractivos, interesantes y, por qué no, divertidos. Esto, fomenta que una cuenta se haga “viral” y que más y más gente esté dispuesta a seguirla e interactuar con ella, sin necesidad de recurrir a artimañas. No es otra cosa que el ABC del marketing”.

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