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Hubo una época en la que se temió por la supervivencia de las plantaciones pero, al final, lograron preservarlas
Hubo una época en la que se temió por la supervivencia de las plantaciones pero, al final, lograron preservarlas

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Un grupo de mujeres permanecen sentadas en el corredor junto a los tanques de fermentación del cacao. Sin decir ni una palabra, se paran todas a la vez cuando son las 12:00 en punto. Caminan hacia el patio. Cada quien agarra un especie de rasero de madera, se acercan a un puñado de las semillas que reposan al sol y se dedican a removerlas.

Es, tal cual, una suave danza, con el sonido leve de las semillas secas arrastrandose por el suelo. Algunas, llevan sombreros, otras, un paño amarrado en la cabeza. Pero todas se concentran, no hablan entre ellas. Saben perfectamente que a esa hora hay que extender los montones para que todas las semillas aprovechen el sol más fuerte y se sequen como es debido.

Tras el final de esa coreografía tan especial, aparece un camión lleno de gente. Vienen del campo. Acarrean la pulpa fresca en sacos de fibra o barriles. La extraen de las plantas y la traen para sumergirla en los añejos tanques de fermentación.

“Nuestro cacao, el de Chuao, es el mejor del mundo. Le damos 7 días de fermentación en tanques de madera y lo cubrimos con hojas de plátano o de cambur. Lo secamos en 3 tipos de suelo: rústico, semi-rústico y liso. Y encima, le ponemos amor, mucho amor. Todas le cantamos al cacao, cuando estamos de cosecha”, explica Ysora Chávez, presidenta de la Empresa Campesina de Chuao, a la cual pertenecen 125 personas. Trabajan 60 personas, 22 hombres y 38 mujeres.

Pero hubo una época en la que se temió por la supervivencia de estas plantaciones. “Eso sucedió en una etapa en que las mujeres mayores no estaban trabajando, debido a las enfermedades. Pero nosotros, como juventud, dijimos: No podemos dejar que se pierda el cacao de Chuao. Vamos a echarle corazón”, comenta.

Tenemos 446 años produciendo cacao criollo, la misma edad que tiene Chuao. Son 3 cosechas al año: la “pascuera”, la “cuaresmera” y la “sanjuanera”, que es la más grande y se junta con las fiestas de San Juan”, agregó Chávez.

En el año 2013 produjeron 15 toneladas del producto. Sin embargo, reconocen que deben mejorar, pues con 162 hectáreas productivas deberían sacar un mínimo de 25 toneladas. Se lo venden a la Empresa Socialista del Cacao y a una compañía de Estados Unidos. Así es la bipolaridad administrativa en Venezuela.

Pero el turismo también se ha convertido en una fuente de ingresos para Chuao. Desde que el Ministerio de Agricultura y Tierras de ese país, se empeñó en apoyar a esta población, es notorio su crecimiento. En la playa existe la casa de los pescadores, abundan los restaurantes, hay abastos y hace poco abrieron una posada. Al fondo, en una pequeña loma, se pueden ver unas bonitas casas que les vendieron a sus habitantes.

La carretera de la playa al pueblo fue cementada, con canales para drenar el agua, en una zona donde las precipitación anual es bastante alta. Hay acueducto y canalizaron las aguas negras. Tienen luz eléctrica. Dieron créditos para que todo el que quisiera construyera habitaciones y convirtiera sus hogares en posadas o “Casas productivas”, como les dio por llamarlas.

Compraron un  autobús para llevar y traer a los niños a la escuela desde cada sector y otro para pasajeros. Los transportaron en varios “peñeros”, una pequeña embarcación utilizada por los pescadores de las costas venezolanas. En la bodega del pueblo, hay una exposición de fotos que muestra la hazaña. Es insólita la travesía y la maroma para bajar los autobuses del mar. Todo el pueblo ayudó.

Abundan los motos, que también viajan por peñero de Choroní a Chuao. Mucha gente tiene botes de fibra y sus motores, son un “regalo” del gobierno. Se ignora cuántos habrán pagado la deuda.

Pero los visitantes llegan contentos. Se instalan en esa preciosa playa, grande, de poco oleaje en algunos tramos y mucho en otros, siempre dependiendo de la temporada.

Otros van hasta el pueblo y algunos más aventureros suben hasta El Chorrerón, la gran excursión de Chuao. Una cascada hermosa con una poza atómica. Son entre tres y cuatro horas de marcha por el bosque, cruzando el río un montón de veces y luego hay que devolverse. Es obligado empezar la caminata muy temprano.

La posada más clásica es La Luzonera, en pleno pueblo frente a la plaza, con su restaurante abierto a diario. Los dueños son la familia Luzón. Tiene 4 habitaciones y además alquilan 2 casas. Organizan los paseos a donde quieran.

La posada Elsys, en el sector La Toma, tiene 6 habitaciones, su dueño es Pedro Franco y explica que la profusa combinación de cerámicas es porque iba comprando lo que conseguía cuando tenía “platica”. Es pulcra y sencilla.

La posada Tamaira, ubicada cercana al río, es propiedad de “Perucho” y su hija Yolanda, tiene 9 habitaciones y 3 apartamentos de 2 habitaciones cada uno con su baño y cocina. Todo es sencillo, pero limpio y atendido con mucho afecto.

La posada Lomas de Araguaney en el sector El Rincón, al entrar al pueblo, propiedad de María Esther Borges, tiene 6 habitaciones, todas con su aire acondicionado y TV por cable. De lo más arregladita.

La posada Mariquis, en la calle San Juan, su dueña y anfitriona es Marisa Cartaya, divertida, conversadora y tremenda cocinera. Todos la aman. Tiene 4 habitaciones con su nevera, aire, ventilador y TV. Presta la cocina a quien quiera hacer sus comidas.

Pero, la gran novedad, es la posada Chuaomar. Fantásticamente ubicada, frente a esa playa maravillosa de Chuao. Tiene 7 habitaciones con aire, baño y TV. Ofrecen comidas. Cuenta con un enorme corredor, pegado a la arena, donde se puede experimentar una sensación de felicidad, con tan solo disfrutar de la vista y la brisa.

Ya por último, para comer abundan pequeños restaurantes, muy sencillos, sobre la arena. Con pescado frito, ensalada y “tostones”. En las mañanas, no pueden dejar de disfrutar de un estupendo desayuno “criollo”, con empanadas y “arepas”. Eso sí, el pescado hiperfresco.

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