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La súper estrella abrió las puertas de su mundo más íntimo a la publicación “OUT Magazine”

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Si se agruparan todos los recuerdos de los empleados de la pequeña compañía de entretenimiento que Beyoncé constituyó, Parkwood, se tendría suficiente material para la biografía más larga del mundo. Ni que decir, que también sería una gran hagiografía.

Para sus colaboradores más intimos, la cantante, literalmente, no tiene defectos. Una y otra vez, les oímos decir que ella es la persona que más trabaja del mundo del espectáculo, la más exigente consigo misma y la menos complaciente. Y, es probable, que realmente sea cierto.

Pero, en medio de todos los elogios y de todas esas referencias a su persona, tan deslumbrantes, también se encuentran pequeños rayos de luz que resaltan la personalidad real y exquisitas formas de la artista.

Tal, es el caso de Angie Beyincé, vicepresidente de operaciones de la empresa, que creció pasando las vacaciones de verano junto a sus primas, Beyoncé y Solange. “Les encanta Janet Jackson”, nos revela. “Hablábamos durante toda la noche y veíamos “Showtime at the Apollo” mientras que mi serpiente, Fendi, se arrastraba alrededor de nosotras. Se posaba en nuestras cabezas cuando veíamos la televisión”.

O, el de Ed Burke, su director visual, que nunca había oído hablar de la cantante, antes de conocerla hace 10 años, cuando un amigo en común les puso en contacto para una sesión fotográfica. Los siguientes siete años los paso, con su cámara en mano, siguiendo su peregrinar por todo el mundo. En una ocasión, en Egipto, escalaron una pirámide, dejando al resto del grupo atrás. “Olía mucho a orina, porque no hay baños allí arriba”, recuerda. “Se veía como la Madre Teresa, con su vestido blanco y aquel manto cubriendo su cabeza. Cuando llegamos a la cima, cantó “A Song For You” de Donny Hathaway”.

También está su estilista, Ty Hunter, que estaba trabajando en Bui-Yah-Kah, una boutique muy exclusiva de Houston, cuando conoció a la madre de Beyoncé, Tina, siempre a la caza de trajes para las Destiny’s Child. Conectaron de inmediato. Eso fue en 1998. “Tina me recordó a mi madre”, dice. “A “Bey”, a Solange y a todas las chicas de Destiny's Child, las llamo mis hermanas. Es una familia muy humilde, sabe, no es lo que la gente piensa. La imagen, de Beyoncé, es la de una “diva, diva, diva”, pero si yo he estado aquí todo este tiempo es porque realmente no lo es”.

Y la gerente general de Parkwood, Lee Anne Callahan-Longo, cuya infancia en Boston fue influenciada por la música de Carole King, James Taylor y Carly Simon. Fue ella, la que le sugirió los movimientos del brazo que Beyoncé utiliza en su video de “XO”. “Es tan gracioso, hasta tengo un crédito en el DVD de la coreografía”, dice con su voz ronca, mientras ríe. “Si alguien me conoce, no soy para nada una bailarina. Nunca lo he sido y nunca lo seré”.

Y, por último, está Yvette Noel-Schure, su publicista, una especie de madre para todos ellos. Ella, se crió en la isla caribeña de Granada, y tiene un acento suave, muy floral. “La única música que se oía en casa eran himnos católicos”, recuerda. “Pero, de vez en cuando, escuchaba algún que otro calipso en la radio”. Noel-Schure estaba con las Destiny’s Child, en Los Angeles, el 11 de septiembre de 2001, cuando se conoció la noticia de los atentados de Nueva York y Washington DC. Una sonrisa lejana se dibuja en su rostro, al recordar a Beyoncé diciéndole: “Mi madre no está aquí, así que supongo que eres nuestra mamá hoy”. “Yo le dije: Mi hijo no está aquí, así que creo que ustedes tienen que ser mis niñas hoy”. No cabe dudas que existe un gran nexo entre Yvette, Beyoncé y el resto de las chicas, “con este trabajo o sin él, probablemente me sentiré unida de por vida a estas chicas, de alguna manera”.

Dicen, que si realmente quieres conocer a alguien, te ayudará el conocer a las personas que les rodean. En el caso de Beyoncé, no había otra alternativa. La oportunidad, de escribir sobre ella, se materializó con una condición inusual: No habría ninguna entrevista cara a cara.

La cantante se hallaba en medio de una intensa gira internacional, renovada de forma radical para dar cabida a 10 canciones de su nuevo álbum homónimo. Y, aunque nos hubiera gustado volar a Glasgow para conocer de buena mano el resultado de dichos cambios, tendríamos que conformarnos con un simple intercambio de información por correo electrónico. Pero, y este fue el broche de oro, tendríamos el honor a acceder a Parkwood Entertainment, algo sin precedentes. Conoceríamos al devoto equipo en el corazón de la marca Beyoncé. Esto fue más que una concesión. Estábamos siendo invitados al sanctasanctórum de Bey.

Fue así, como la súper estrella abrió las puertas de su mundo más íntimo a la publicación “OUT Magazine”, de tendencia LGTB, que en su número de mayo nos narra como la artista se está convirtiendo en una de las “marcas más poderosas a nivel mundial”.

Ese santuario, se oculta en un anodino bloque de oficinas del Midtown, en Nueva York. Lo suficientemente alto como para tener una buena vista de la ciudad, y a un paso de Macy. Decorado como la boutique de un hotel, con sofás seccionales, pisos de madera y una enorme lámpara de araña contemporánea. El signo más visible de Beyoncé son los 17 premios Grammy que se alinean en un extremo de la sala de conferencias y un agradable retrato de un joven Michael Jackson, su ídolo.

Fue en esa habitación, la noche del 12 de diciembre del año pasado, que el personal de Parkwood, llamada así por la calle en la que Beyoncé se crió, se reunió para celebrar la cuenta atrás del lanzamiento sorpresa del quinto álbum de Beyoncé. Para la cantante, de tanto éxito, el nuevo material era un nuevo inicio, impregnado de una sexualidad cruda, terrosa, más personal que todo aquello a lo que los fans estaban acostumbrados. Y mucho menos pulido. Y, gracias a la gestión para mantener el disco en secreto hasta el momento de su lanzamiento, Beyoncé fue capaz de lograr algo que se ha convertido en algo sumamente extraño para una estrella mundial: controlar la forma en que sus fans experimentan su música.

Es difícil recordar algún álbum importante en los últimos años que no se haya filtrado de antemano, o que no haya llegado a los críticos o a los excesivamente obstinados bloggers, antes de llegar a los fans. Como le gusta decir a Noel-Schure: “Una percepción indiscutible, se convierte en realidad”. En realidad, es una frase de “Motown: The Musical”, pero cuando la escuchó, a principios de este año, se quedó resonando en su cabeza. “Internet es el equivalente a un bonito frasco, muy grande, de pegamento”, nos dice en su oficina.

Pero, hay un corolario a todo esto: Internet es como una gran colmena, y los posesivos fans las obreras, que son capaces de hacerlo todo por la abeja reina. Si se sabe cómo usarlos, como en el caso de “Little Monsters” de Lady Gaga, son una fuerza poderosa. En las 12 horas siguientes a su lanzamiento sorpresa, el nuevo álbum generó 1,2 millones de tweets, alcanzando un máximo de 5.300 tweets por minuto en su apogeo. A los tres días, Beyoncé ya había despachado más de 800.000 copias digitales, convirtiéndolo en el álbum más rápidamente vendido de la historia de iTunes. De hecho, se trató de una exclusiva de iTunes, como respuesta a que Amazon y Target se negaron a vender el CD. Aunque, poco tiempo después, Amazon rectificó su decisión.

Durante las siguientes semanas y meses, el éxito se vio aumentado por un tsunami de acrobacias virales de sus fans: tres abuelas que leían la letra de “Drunk in Love”, confundiendo a Jay Z con Kanye West en el proceso; la increíble pieza a capela de Pentatonix, en la que abrevian todo el álbum en una brillante mezcla de seis minutos y la, siempre inevitable, adaptación de las canciones al lenguaje coloquial de cada día. En estos momentos, “I Woke Up Like This”, “Flawles” y “Surfboard”, parecen seguir el camino trazado por “Put A Ring On It” y “Bootylicious”. Algo, que puede servir como testimonio de la astucia de Parkwood, es que ya tenían sudaderas de Flawless y Surfboard listas para la venta, tras el lanzamiento del álbum.

Y todo, se logró sin necesidad de recurrir a la tradicional maquinaria de marketing: las interminables rondas de entrevistas, las elaboradas fiestas de lanzamiento, las promociones en tiendas. Sólo, apelando directamente a la gente que más importaban: los fans. Beyoncé y su equipo de Parkwood, habían conquistado el secular desafío de políticos, titanes de negocios y magnates de Hollywood: controlar el mensaje.

Pero, había algo más: “Beyoncé” se diseñó para ser la declaración más personal de la carrera de la artista. Un álbum que no fue pensado para cumplir con los dictados habituales de la industria. Beyoncé, en una respuesta por correo electrónico a una de nuestras preguntas, describió el proceso como “mucho más libre” de lo que había hecho en el pasado. “Realmente, sólo tratamos de confiar en nuestros instintos, abrazar el momento y que todo siguiera siendo divertido”. A modo de ejemplo, destacó el video de “Drunk in Love”, uno de los favoritos de sus seguidores. “Nos encontrábamos en Miami para el concierto de Jay. Y, allí, estábamos nosotros dos, en la playa, un clima increíble y un traje de baño. Es hermoso por su sencillez. Si quieres algo para sentirse realmente bien, no debes darle demasiadas vueltas”.

Por supuesto, otros artistas, nos viene a la mente Adele, han demostrado que cuanto más visceral y personal es un álbum, menos necesidad hay de campanas y silbatos. Pero, Adele, todavía estaba construyendo su carrera cuando lanzó “21”, tenía mucho menos que perder. Para Beyoncé, después de 10 años en la cima, la dirección más obvia a seguir era la del descenso. En cambio, con la ayuda de su cuidadoso equipo, logró toda una nueva marca en su carrera. “Realmente siento que dentro de 20 años, 50 años a partir de hoy, la gente recordará el 13 de diciembre de 2013”, dice Noel-Schure. “La gente lo va a recordar porque ese día se cambió la forma de hacer negocios en la industria del disco”.

Esto podría parecer una gran bola de aire caliente, en una industria que se nutre de ella. Pero, sólo es necesario comparar el plan de acción de Beyoncé con el que utilizó Lady Gaga, con Artpop, para darnos cuenta del éxito que ha tenido Beyoncé aislándose a sí misma del ciclo brutal de bombos y platillos que se ha convertido en la norma de la industria discográfica.

Su nuevo álbum es, además, su proyecto más libre desde el punto de vista de la sexualidad. La confianza y la madurez que emana del mismo, y esa especie de fantasía de estar hablando a las mujeres, casi como en código. Pero, ¿cómo se establece esa conversación?

“Me gustaría creer que mi música dio pie a esa conversación. Hay un poder increíble en el sentido de la propiedad, y las mujeres deberían sentirse dueñas de su sexualidad. Hay un doble estándar, cuando se habla de sexualidad, que todavía persiste. Los hombres son libres, las mujeres no. Eso, es una locura. Las viejas lecciones de sumisión y fragilidad nos convierten en víctimas. Las mujeres son mucho más que eso. Puedes ser una mujer de negocios, una madre, una artista o una feminista, lo que quieras ser, y aún así ser un ser sensual. Es algo, que no es necesariamente excluyente.

Es viernes por la noche, de un frio día de febrero, en Glasgow, Escocia. El viento sopla salvajemente en las afueras del Hotel Hilton, donde el equipo de C del grupo de la gira de Beyoncé se hospeda. El equipo B, se encuentra en el más encantador Malmaison Hotel, mientras que el paradero del equipo A, que presumiblemente incluye a Beyoncé, es un secreto muy bien guardado.

El redactor de Out Magazine, ha llegado desde Nueva York por la mañana, y tras una rápida excursión a por un sándwich y un café, se dirige, por una larga carretera azotada por la lluvia, hasta el Hydro Arena, donde Beyoncé ha estado ensayando casi todo el día.

Aunque, técnicamente, esta sería la 110ª representación de su show, es apenas la segunda noche desde la vertiginosa renovación de su repertorio. Pocos días antes, pasaba toda la noche ensayando su nuevo material, para luego ir a Londres y dar una apariencia de “casualidad”, en los Brit Awards. Beyoncé, terminó marcando la coreografía del espectáculo, enfundada aún en su vestido de gala.

Pero este, no fue un ajuste menor. 10 nuevas canciones se añadieron al repertorio; otras se abreviaron o se convirtieron en popurrís para darle cabida al nuevo material. La mayoría de los artistas se pasarían meses arreglando este tipo de problemas. A Beyoncé, le llevó tres días. “Ella es completamente implacable en su búsqueda del perfeccionismo”, dice su director creativo, Todd Tourso, mientras estamos sentados en el backstage. “Suena cursi, pero es así. Por eso, estoy dispuesto a darlo todo por ella. Cuando usted tiene este tipo de liderazgo, de musa y mentor, creo que sólo el cielo es el límite”.

De los 15.000 aficionados que serpentean en el lugar esa noche, la gran mayoría son mujeres jóvenes, en su mayoría de piel blanca, no hay que olvidar que estamos en Escocia, y preparadas para pasar una gran noche. Se puede apreciar un buen número de desgastados arcos intermitentes de plástico en sus cabezas, haciéndose eco del usado por Beyoncé en el video de “XO”. Aunque, en el aire húmedo de Glasgow, se ven menos adorables.

El telonero de la noche es Monsieur Adi, el productor italiano con sede en París, cuyos remixes de Britney Spears, Lana del Rey y Madonna le han convertido en uno de los favoritos de las pistas. Adi, lleva una sonrisa permanente, como un niño que no puede creer su suerte. Un ex estudiante de arquitectura reconvertido en diseñador de moda. Adi se volcó en la remezcla, aleccionado por un amigo que escuchó la música que había hecho para su página web. Para, DJing, esta es su primera gira de conciertos. Dos meses antes, se había despertado en la madrugada del 13 de diciembre con un correo electrónico de Courtney Anderson, curador de baile de Beyoncé y consultor de A&R. “Siempre me vestí al ritmo de mi propio tambor”, me escribió Anderson. “Yo era esa clase de persona que se ponía un pijama, un pareo, una camiseta y unas chanclas y se iba a la escuela”. Anderson quería que Adi le llamara. “Lo hice y me dijo: “Sí, nos gustaría que mezclaras un par de pistas”, cuenta Adi. “Le dije: ¿un par de pistas? ¿Está seguro?”. Me quede sin palabras”.

Al igual que la mayoría del personal de Parkwood, Anderson se hallaba en la sede de la empresa la noche en la que el álbum hizo su aparición. “Nunca he tenido tantos hombres y mujeres, adultos, enviándome todos esos OMG tweets”, nos dice con una sonrisa, recordando las horas que había pasado asignando las remezclas a sus productores favoritos. “La reacción inicial fue: ¿Por qué no me lo dijiste? Y yo les decía: Pero, ¡ya está aquí! ¿No es genial? ¿Cuál es tu canción favorita? Entonces, la conversación se volcaba rápidamente a la música”.

En algunas canciones, como “XO”, la voz de Beyoncé suena mucho más cruda, y hermosa, de lo que sus fans están acostumbrados a oír. Al preguntarle, si fue una decisión consciente el que ésta fuera menos pulida, Bey responde: “Cuando grabé “XO” tenía una infección tremenda en los senos nasales. La grabé en pocos minutos, al igual que una demo, y decidí mantener las voces. Viví con la mayoría de las canciones durante un año y nunca grabe una sola demo de las voces. Realmente me encantan las imperfecciones, así que me quedé con las pistas originales. Use el tiempo que normalmente emplearía en pulir los fondos y la producción vocal, para conseguir que la música fuera perfecta. Pase muchos días tratando de conseguir la mezcla perfecta de sonidos. La disciplina, la paciencia, el control, la verdad, el riesgo y la falta de esfuerzo, todas eran cosas en las que pensaba mientras estaba uniendo las piezas de este álbum.

Pero, si lo que usted quiere es entender los orígenes de Beyoncé, debemos regresar a Angie Beyincé, vicepresidente de operaciones de Parkwood Entertainment, y prima hermana de Beyoncé. La similitud de sus nombres no es ninguna coincidencia: La madre de Beyoncé y tía de Beyincé, es Tina Beyincé. El nombre, le viene de su ascendencia criolla. Las primas eran tan unidas, que crecieron pasando todos los veranos juntos. “El último día de clases, la tía Tina iba a recogerme y me gustaba pasar el resto del verano en su casa. Me llevaba de vuelta a casa justo la noche antes de volver a clases”, recuerda Beyincé, mientras nos guía a su despacho, una bonita oficina con paredes de vidrio.

Un gran bolso de Chanel reposa a un lado de su escritorio; lleva un brillante esmalte de uñas de color naranja con lápiz de labios a juego. Cuando le pregunto qué tono de naranja es, ella niega con la cabeza, en un gesto simpático. “¡Una dama nunca descubre sus secretos!”, bromea. “Me llaman el “cuarto miembro” de las Destiny’s Child. Soy como una de las divas. No digo mi color de lápiz labial ni mi perfume. He estado usando el mismo perfume durante los últimos 14 años, y nunca he pronunciado su nombre ante nadie”.

De vuelta a finales de los 90, antes de que ella comenzara a usar ese misterioso perfume y mucho antes de que pudiera permitirse ese bolso de Chanel, Beyincé era una suerte de “hacelotodo”: contable de la gira, agente de viajes, enlace con los medios, lavandera. Lo que fuera necesario hacer, ella lo haría. Recuerda las horas dedicadas a conseguir el pago de las habitaciones de los hoteles baratos en los que se alojaban, vendiendo camisetas y fotos autografiadas, las tardes que paso lavando el vestuario de las chicas en las máquinas de lavado de cualquier hotel cuasi decente en el que recalaban y las agitadas noches ayudando a las niñas a cambiarse de trajes, tras bastidores, durante el show.

“Terminaba el show e iba a una oficina con todos los promotores a contar el dinero, lo cual es curioso, porque soy una mujer bastante menuda”, dice a la vez que se encoge de hombros. “Pero me describo a mí misma como una leona. Soy una chica mala. Yo no juego. Iba allí con todos esos promotores, todos hombres, y contaba el dinero. El primer día que lo hice, faltaba un dólar. Y les dije, “Me falta un dólar”. Ellos dijeron, “Oh no, niña”, tratando de intimidarme, de hacerme sentir pequeña. “Oh no, pastelito, oh no, cariño, no, no”. Así que les dije: “OK, voy a contar todo esto de nuevo”. Beyincé nos explica que todo este proceso suele llevar horas, mientras imita con las manos el estar contando billetes. Resta decir que, por supuesto, finalmente consiguió su dólar.

“Compartía una habitación con la coreógrafa de aquella época, y mientras ella dormía, me acomodaba y contaba todo el dinero, hacia la nómina de pago, y controlaba los gastos. Dormía sólo dos o tres horas cada día”, nos cuenta. “Entonces, regrese a aquella oficina y les dije: “faltan cinco dólares”. Al final de la gira, cada dólar estaba controlado”.

Beyincé es, por supuesto, una evocación perfecta de la clase de ingenio femenino y fortaleza de carácter a la que Beyoncé se refería cuando, recientemente, se describió a sí misma en la revista Vogue, del Reino Unido, como una “feminista de hoy en día”. Esta reivindicación, ha sido muy debatida en blogs de todo el planeta y, definitivamente, hay que admirar la osadía de Beyoncé al entrar en estos derroteros.

Recientemente, ha estallado una pequeña controversia en torno a la letra de “Drunk in Love”: “Cómete el pastel, Anna Mae”, aparentemente sacada de una escena de abuso de la biopic de Tina Turner, de 1993, ¿Qué tiene el amor que ver con esto? Para algunos, esto tensa la credibilidad de Beyoncé. Pero, la jugada magistral de la artista, era encontrar una manera de asegurarse que nada de esto importaba, haciendo llegar su música a los fans antes que los críticos, profesionales y otros tipos de auto invitados, tuvieran tiempo de sopesarla. Eso, también es una muestra de poder.

Los temas del dinero, del sexo y el poder, han estado presentes en la música de Beyoncé desde el tema “Bills, Bills, Bills”, de 1999, con Destiny’s Child. Pero la carga sexual de sus nuevas canciones, es toda una reminiscencia de “Sex” de Madonna. “Atrás han quedado los días en que la gente te hacía sentir culpable porque eras particularmente sensual”, dice Noel-Schure, que recuerda la forma como el personal más joven del equipo observaba cuidadosamente su reacción la primera vez que escuchó el álbum. “No son los viejos tiempos. Tenemos que enseñar a los jóvenes responsabilidad, pero no le vamos a decir a alguien que no sea sensual. Vamos a llamar a las cosas por su nombre”.

Llamar las cosas por su nombre. Ese, es algo así como un rol naciente para Beyoncé, quien dio rienda suelta a su yo más activista, en Instagram, el año pasado, con el envío de mensajes de apoyo a la igualdad en el matrimonio y la campaña de justicia para Trayvon Martin. Al igual que Madonna, ella parece haber encontrado su voz al crecer y florecer como una gran estrella mundial y empresaria. No es poca cosa, para una mujer negra, el ser capaz de expresar tanto su poder como su sexualidad, sin ser reducida en el proceso a una mera prostituta que ha olvidado su lugar. Como ella dice, en una nueva campaña destinada a ayudar a las jóvenes a desarrollar su autoestima: “No soy un mandón. ¡Soy el que manda!”

Es una frase trillada, pero es en el escenario, donde Beyoncé está mejor y más potente. Se puede palpar como su confianza resuena y conecta con el público. Con su equipo de respaldo, totalmente femenino, las “Sugar Mamas”, Beyoncé brindó a sus fans escoceses un espectáculo para recordar. Pero, ella, les dio algo más: un modelo a seguir.

El redactor de OUT Magazine, le recuerda que su quinto álbum se ha destacado por ser bastante feminista, pero que un gran número de personas de la comunidad LGBT también se identifican con ella. Es que, acaso, ¿fueron escritas las letras, de forma consciente, con diferentes grupos en mente?

“Definitivamente, soy consciente de los diferentes tipos de personas que escuchan mi música. Me propuse hacer el más personal, honesto, y mejor disco que pudiera hacer. Necesitaba liberarme de las presiones y expectativas de lo que pensaba que debía decir o ser, y hable desde el corazón. Siendo, que soy una mujer en una sociedad dominada por hombres, la mentalidad feminista sonaba a verdad dentro de mí, y se convirtió en una forma de personalizar esa lucha. Pero, a lo que realmente me refiero, y eso espero, es a los derechos humanos y la igualdad, no solamente entre la mujer y el hombre. Así que estaría muy feliz si mis palabras pueden servir de inspiración a alguien que se considere dentro de una minoría oprimida. Somos todos iguales y todos queremos las mismas cosas: el derecho a ser felices, a poder ser lo que queremos ser y amar a quien queremos amar”.

Cuando se habla con el equipo de Parkwood, es sorprendente la frecuencia con la que “Thriller” aparece en la conversación, como una especie de Santo Grial de la industria de la música. “La forma en que la música se distribuye es enormemente diferente a lo que era en los años 80 y 90”, se lamentaba una tarde Lauren Wirtzer-Seawood, jefe del departamento digital. “Ahora, ya no sólo tiene esos tres o cuatro álbumes icónicos de un año; tiene 400 álbumes invadiendo el mercado cada año, y hay que recordar todo lo que has escuchado”.

En el cuartel general de Beyoncé, una vez que su equipo se embarcó en el proyecto de lanzar su quinto álbum, el espectro de Thriller se convirtió en algo así como un catalizador, el modelo de un momento cultural que la industria de la música ya no parecía capaz de volver a repetir. Parte del desafío, fue cómo captar la atención el suficiente tiempo como para darle a la música una oportunidad. “Vi a una chica de 20 años comprar el disco de Miley Cyrus en menos de 35 segundos, en iTunes, cuando salió”, exclama Jim Sabey, responsable de marketing global, mientras hace una mueca. “Ella escuchó siete segundos de cada canción y, la miré, y ella… ¡Uf, es terrible! Le dije: ¿Cómo lo sabes? Si ni siquiera lo has oído”.

Esto, entonces, es la otra cara del nuevo mundo sin límites en los que los músicos se encuentran. Ya no están bajo los dictados de los ejecutivos de las discográficas, se encuentran, en su lugar, a merced de fanáticos de la música, que navegan por varios sitios a la vez. Se pueden imaginar la ansiedad en el Camp Beyoncé cuando el verano daba paso al otoño y fueron testigos del tropiezo de Lady Gaga, primero, y de Katy Perry, a continuación. Los álbumes de esas artistas, “Artpop” y “Prisma”, venían cargados de grandes expectativas, y ambos se filtraron antes de tiempo y casi inmediatamente se escucharon las primeras decepciones.

“Beyoncé puso dos años de su corazón y alma en este álbum”, cuenta Sabey. “Cualquier artista, desde un chico de 13 años de edad, en Atlanta, que compone un álbum y lo sube a YouTube, quiere que usted comparta su viaje. Ellos quieren que usted pueda experimentar algo de su arte, de la intención con que lo hicieron”.

Pero el artista de 13 años, de Atlanta, no tiene el equipo de apoyo que Beyoncé ha nutrido a lo largo de tantos años. Un equipo que la ha conocido durante gran parte de su vida adulta y, en algunos casos, mucho más tiempo. “Ella, se ha mantenido fiel a las personas que le han sido fieles a ella”, dice Kwasi Fordjour, coordinador creativo. “Creo que es increíble, raramente se ve a un artista que sigue confiando las riendas de su carrera a su primer equipo de trabajo”.

Gran parte de “Beyoncé” fue grabado durante el verano y el otoño de 2012, en un estudio diseñado especialmente para ello en los Hamptons. “Fue algo así como Survivor o The Real World”, recuerda Melissa Vargas, gerente de marca. “Dormimos allí. Todo el mundo tenía una habitación. Sólo había un grupo de personas que podían acercarse, así que si vibrabas con ella y todo iba bien, te quedarías por más tiempo. Teníamos un chef y todos en la casa nos sentábamos a cenar con Jay y Beyoncé”.

Fue Beyoncé que decidió no adelantarse al lanzamiento de su álbum con un sencillo, o la típica campaña. Ella decidió, simplemente, subirlo todo a iTunes de golpe. Una parte importante del reto, consistía en cómo encajar la realización de los videos promocionales con la gira mundial de la cantante, en pleno desarrollo. “Honestamente, yo pensaba: ¿Qué quieres hacer qué?”, recuerda Vargas. “¿Cómo va a grabar todos esos vídeos estando de gira? Quiero decir, los directores tienen que prepararlo todo”.

Beyoncé, además, se sintió preocupada de estar perdiendo el control final del proceso. “Estaba grabando, rodando vídeos y viajando cada noche, todo al mismo tiempo. En algún momento me sentí como, ¿Qué estoy haciendo? ¿No es esto demasiado ambicioso? Incluso, el día en el que el disco iba a ser lanzado, yo estaba muerta de miedo. Pero, también sabía, que si yo estaba tan asustada, era porque algo grande iba a suceder”. Vargas se encontraba en un avión rumbo a París para filmar el video de “Flawless” y “Partition” con el director de videos Inglés, Jake Nava, quien ya había realizado el vídeo de “Crazy in Love”, en 2003. Y, de allí, a recorrer medio mundo. Puerto Rico, Brasil, Londres, París, Australia, Nueva Zelanda, y Houston, donde se grabó una gran parte del video de “Blow”, en la amada pista de patinaje de la infancia de Beyoncé.

“Lo que este álbum hizo, fue que la gente se detuviera y lo revisara todo”, dice Sabey. “No había manera de que usted pudiera escuchar los seis primeros compases de una canción y, entonces, saltara a la siguiente. Se trata de experimentar este álbum por completo, como un todo”.

O, como le comentaba Carl Fysh, publicista de Beyoncé en el Reino Unido, al redactor de OUT Magazine, mientras disfrutaban de una rica cerveza tras el show de Glasgow: “Mi generación recuerda la emoción de saber cuándo un álbum salía a la venta. Guardabas el dinero en tu bolsillo, ibas a la tienda de discos, hacías la cola, comprabas el álbum y lo llevabas a casa, pero aún no habías oído nada del mismo. Lo abrías y lo revisabas todo. Entonces, lo colocabas en el tocadiscos y lo escuchabas unas 85 veces. Creo que Beyoncé, haciendo lo que hizo, le permitió a esta generación vivir esa experiencia: el poder disfrutar de un álbum por sí mismos”.

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