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Muchos son los que están cada vez más presentes en la vida pública y en las calles, trabajando por ese “Nuevo Mundo”
Muchos son los que están cada vez más presentes en la vida pública y en las calles, trabajando por ese ideal de alcanzar un “Nuevo Mundo”

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En nuestras falsas democracias, que no logran controlar a los pueblos, en absoluto, los partidos y sindicatos, sus representantes teóricos, también siguen el “juego del Tío Sam”. El juego, de quienes en verdad los controlan, la banca, la Iglesia y las multinacionales. Y que, desde hace ya mucho tiempo, se han convertido en parte de ese turbio engranaje de injusticias al que un día anunciaron iban a combatir.

“Domesticados”, es una palabra muy suave para definir esta traición a sus principios. Les acompañan en ello, todos esos ciudadanos con buena intención que pagan sus cuotas al partido o que depositan sus votos confiando en su gestión.

Por desgracia, la mañana siguiente a votar, comienzan a comprobar que aquello que se les prometió no se cumple nunca, y que tampoco las huelgas regladas solucionan lo que tendrían que solucionar como base del funcionamiento del mundo, a saber, el uso racional de los recursos naturales al servicio de la ciudadanía, el reparto social del trabajo y, claro está, el reparto proporcional de la riqueza que se produce.

De todo eso estamos bastante lejos, y ahora más que nunca por la crisis económica presente, que ha hecho crecer el nivel de las desigualdades hasta lo insoportable. Lo curioso es que cuesta mucho a los obreros y a los votantes, exigir que se respeten todas sus necesidades y su voluntad, secuestrada en esas urnas donde se eligen a los capataces de los ricos, mal llamados “dirigentes políticos” y “dirigentes sindicales”. Y conste que no se debe estar en contra ni de los parlamentos democráticos ni de los sindicatos consecuentes.

Vivimos, y eso como mal menor, bajo un espejismo al que hemos llamado democracia por error. Una palabra, prostituida por el sistema, al igual que: derechos humanos, derechos sociales, libertad y un largo etcétera.

Hoy por hoy, todo eso sólo pertenece al mundo de los deseos de las buenas gentes.

En la gestión de los asuntos colectivos de estas democracias corrompidas no predominan precisamente los amantes de la libertad, la igualdad, la fraternidad y la justicia, el viejo sueño de los mejores humanos, pues aunque una verdadera democracia es el camino para alcanzar un mundo regido por esos principios, el poder dominante nunca cree en la democracia y siempre encuentra hasta hoy el modo de evitarla y que no dé sus frutos, con la colaboración de supuestos “hombres de bien”, en el campo político o sindical, a los que se encarga de promocionar ante las masas para hacerles creíbles como dirigentes y animando a la población a que les vote.

Naturalmente, los grandes medios informativos, controlados por los ricos, se vuelcan a publicitar a estos, porque representan esta estrategia de división y freno combinados que también interesan a los poderes mediáticos, como forma de atraer su clientela. Los diarios, por ejemplo, son empresas capitalistas, habitualmente de ideología conservadora o ultra, como sucede en España con La Razón, ABC, o El Mundo.

La “otra” prensa, o juega al juego moderado como El País, o es claramente anticapitalista como Diagonal, eshora.es o kaosenlared.net, que “habitan” en Internet y tratan de sobrevivir con ayudas de lectores afines, cuya desventaja económica con los grandes medios no tiene comparación. Aunque, como es bien sabido, cada vez se venden menos periódicos en papel y, esos mismos medios conservadores, se “cuelan” también en Internet buscando su propio espacio.

De igual forma, es harto conocido que la inmensa mayoría se informa a través de los informativos de las cadenas de televisión, las cuales, al igual que la prensa escrita, tiene ese doble papel de informar y “vender” las ideas de la empresas que las respaldan, también conservadoras. En España, por ejemplo, Telecinco y La Cuatro son propiedad de Silvio Berlusconi, que no necesita mucha presentación; Antena 3 y La Sexta, pertenecen a otro ilustre derechista, J. Manuel Lara, el mandamás de la editorial Planeta, también editor de La Razón, además de propietario de la cadena radial Onda Cero, así como del diario de derechas italiano, Corriere de la Sera.

Por otro lado, las cadenas nacionales de televisión son controladas por el Gobierno que gana las elecciones, y eso mismo sucede con las cadenas regionales. Así que, ¿dónde podemos encontrar informaciones imparciales? Algo en Internet, y no mucho. Y es que toda empresa capitalista, sea del tipo que sea, busca obtener beneficios mediante publicidad y patrocinadores financieros, políticos o religiosos.

Esto repercute en la libertad de expresión de los periodistas, obligados a ser “buenos chicos” y no salirse de ciertas reglas, impuestas por el editor, que pudieran ahuyentar a las empresas anunciantes. Se ha creado tan mala imagen de los periodistas que, a nivel laboral, se les considera una profesión al mismo bajo nivel que la de barrendero. Lo cual, no está mal, si se toma en cuenta como a los políticos se les considera en las encuestas por debajo de las prostitutas.

Las agencias de distribución de noticias, controladas en todas partes por el poder político y financiero, las seleccionan de acuerdo con criterios convenidos entre ellas: cada día se promocionan unas u otras, en el momento preciso, en el lenguaje adecuado y a la dosis conveniente, mientras se oculta, minimiza, criminaliza o tergiversa lo que puede ser molesto para los gobiernos, las empresas usuarias y posibles patrocinadores o anunciantes.

Así, de esta forma, se sirven los noticiarios de todo el Planeta. Actuando como elementos propagandísticos y conformadores de las mentes, según el tipo de intereses de aquellos que controlan los medios, bien sean comerciales, financieros, ideológico-políticos, industriales, militares o religiosos. Su finalidad última, es procurar que se mantenga el “orden establecido”, un desorden real, mediante el control de las conciencias, que es el paso último en el que está empeñado este mundo demoníaco del sistema y sus vasallos, voceros de los medios de comunicación.

A este control de las conciencias, contribuyen de muy buen grado, toda suerte de servidores de las religiones oficiales y toda suerte de servidores sumisos del aparato educativo, que, en estrecha relación, actúan para adormecer tanto la conciencia espiritual como la capacidad crítica de la mente de aquellos que caen bajo su dominio. Y tiene bastante éxito, por desgracia, esta conjura de necios: no hay más que ver el individualismo, la pasividad, el poco sentido de la realidad y la desconfianza hacia sus semejantes del individuo de la masa atiborrado de noticias que le inducen a tener la imagen del mundo que les conviene a los que las promocionan.

Es preciso conocer esto para comprender por qué en nuestro mundo se difunden tan pocas alternativas al desorden existente, al que el poder dominante de los ricos llama cínicamente “Nuevo Orden Mundial”. Sin embargo, este “Nuevo Orden” nada tiene de nuevo, porque se trata del orden explotador de toda la vida, solo que ahora se ha lanzado al dominio descarado de gentes, países y recursos para mayor gloria del ego de los dirigentes del mundo, practicantes conscientes o inconscientes del satanismo activo, cuyo lema ya anunció Cristo: “Separa, ata, y domina”.

¿No es este el objetivo último de quienes dirigen este mundo en cualquiera de sus áreas, ya sea la industria, la banca, la política, la información, las religiones jerarquizadas o la educación? ¿O es que alguno de estos escapa a ese triple programa? Con observar un telediario, ya vemos cómo funciona todo eso en el juego entre naciones, entre empresas y entre partidos, sean los que sean.

Muchos son, y cada vez más a medida que la cuerda ciñe con más fuerza el cuello de los pueblos, los que se rebelan y seguirán rebelándose, porque ven que este Sistema no tiene futuro alguno, y ante el desafío que supone el “Nuevo Orden Mundial”, levantan la bandera de una “Nueva Era”, bajo el lema del pacifismo, la igualdad, la justicia la libertad y la unidad fraternal, y que están cada vez más presentes en la vida pública y en las calles, trabajando por ese “Nuevo Mundo” que poco a poco se levanta sobre las progresivas ruinas del presente y que está llamado a sustituirle.

También lo anunció Cristo, aunque no creamos en él. Le llamó: “Su Reino de Paz”. No existe mejor alternativa que sepamos. Y, pese al nombre, no se trata de una Monarquía religiosa, pues Cristo nunca fundó religión ni organización alguna, pese a las Iglesias que se llaman cristianas, a los partidos como “democracia cristiana”, o a “fuerzas de choque” como los “cruzados” o los “legionarios de Cristo”.

Al final, todos ellos usan o han usado el nombre de Cristo pero, en realidad, siempre han servido a sus enemigos, como son los partidarios del Nuevo Orden Mundial.

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