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Ocelote, nació en Madrid el 15 de junio de 1990 y durante sus años de juventud desarrolló excepcionales habilidades para jugar videojuegos al más alto de los niveles
Ocelote, nació en Madrid el 15 de junio de 1990 y durante sus años de juventud desarrolló excepcionales habilidades para jugar videojuegos al más alto de los niveles

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Y no sólo eso, sino además el crear a su entorno todo un imperio con el que llegar a ingresar entre 600.000 y 700.000 euros anuales. Todo ello, con tan solo 23 años. Su nombre, Carlos Rodríguez, mejor conocido como  “Ocelote”.

En principio, la historia de este chico no es muy distinta a la de otros muchos de su edad que se pasan horas y horas en su casa jugando ante un ordenador, completamente ensimismados con juegos como “Call of Duty”, “Battlefield”, “StarCraft”, “Halo”, “Counter Strike”, “World of Warcraft”, “FIFA” o, como en su caso, el “League of Legends”.

Su diferencia radica, en que él ha conseguido convertirse en el más grande y mediático de la decena de jugadores profesionales que hay en España, en una especie de liga a nivel mundial conocida como la “E-Sports”.

“A todo el mundo le gustan los videojuegos, pero a mí me hacía no sé qué en la tripa. Me empeñé en que yo quería hacer eso, así que hice todo lo posible para que mi padre me comprara un ordenador, incluso sacando unas notas perfectas. Cuando lo conseguí, empecé a jugar y a meterme en este mundillo cada vez más”, cuenta en una entrevista Rodríguez.

Carlos, se ha convertido en todo un pionero que comparte los éxitos hispanos con jugadores como Enrique Martínez, alias “XPeke”, de Murcia, en el “League of Legends”; Alvar Martín, alias “Araneae”, de Mallorca, también en el League of Legends, o Pedro Moreno, alias “LucifroN”, en el “StarCraft II”. Sin duda, los mejor pagados de España.

Sergi Mesonero, director general de la Liga de Videojuegos Profesional (LVP), explica: “Ellos, son “jugadores profesionales” en el más estricto sentido, que cobran un sueldo de sus “clubes” por jugar a los videojuegos, como si de futbolistas se tratara”. Jóvenes que apenas superan la veintena y que, aparte, generan otros cuantiosos ingresos por parte de sus patrocinadores, por los premios de los torneos y, sobre todo, por la retransmisión de sus partidas a través de la Internet, a miles y miles de seguidores. Pueden llegar a ganar hasta 500 euros diarios o mucho más si, como en el caso de Ocelote, consiguen congregar a más de 35.000 seguidores en directo o un promedio de medio millón de visitas a lo largo de un día.

La profesionalización de este sector en España está apenas empezando. Países como Estados Unidos, Alemania, Reino Unido y Suecia, están muy por encima. Pero, sobre todos ellos, se encuentra Corea del Sur, la meca de los videojugadores. Esto ha provocado que las estrellas de otras nacionalidades, como los españoles Ocelote, Araneae, xPeke o LucifroN, hayan terminado fichando por equipos de otros países, donde este tipo de eventos se hallan más afianzados e, indudablemente, se cobran mejores sueldos.

Según Ángel Guerra, product manager de “Turtle Entertainment España” y antiguo director de “Pain Gaming”, uno de los pocos equipos profesionales que existe en España, “en nuestro país no hay apoyo económico de empresas, aunque poco a poco se están volcando más a este sector. Este año esperamos que haya mayor notoriedad”.

“Los salarios más altos tradicionalmente se han pagado en Corea del Sur”, cuenta Sergi Mesonero, “donde encontramos nóminas anuales por encima de los 200.000 dólares, aunque ha habido casos mucho más elevados. En Estados Unidos, los salarios de los mejores jugadores deben andar entre los 80.000 y los 160.000 dólares. En Europa, las cantidades son más bajas, entre 50.000 y 70.000 euros anuales de media. Y en España los mejor pagados se sitúan entre los 20. 000 y 40.000 euros. Pero en estas cifras no están incluidos los contratos de imagen o los ingresos por ganar torneos, que son mayores por lo general”.

Ocelote ha conseguido meterse en ese olimpo de los dioses del videojuego a nivel mundial, donde se encuentran nombres como el del mítico Jonathan Wendel, conocido como “Fatal1ty”, que es capaz de ingresar un millón de dólares anuales de sus patrocinadores. Pero, el madrileño es un caso excepcional en España y Europa, porque, más allá de ser mejor o peor jugador, ha conseguido montar todo un imperio alrededor de su nombre.

Para llegar aquí todos estos jugadores han dedicado muchas horas a entrenar y han tenido que soportar muchas broncas de sus padres, los cuales se preocupaban al verles tantas horas frente al ordenador. “Me regañaban mucho, porque me veían llegar a casa, hacer los deberes en apenas una hora y tirarme después jugando hasta tarde todos los días. Insistían en que hiciera cosas diferentes, pero no me podían decir nada porque yo cumplía y sacaba siempre muy buenas notas”, recuerda Ocelote.

Sus padres fueron cambiando de opinión cuando vieron que con 17 años un equipo le pagaba el primer viaje a su hijo para competir fuera de España, concretamente a Hannover, y que de allí trajo los primeros 2.000 euros a casa. No podían creer lo que estaba pasando. Comprobaron que el niño lo tenía claro y comenzaron a darle mayor libertad. Fue a partir de entonces, que empezó a crecer como jugador profesional.

Primero fichó por un equipo francés que le pagaba unos 500 euros al mes. Debió ser como un sueño para él que le pagaran por jugar a los videojuegos, pero pronto aquella cantidad se le quedó pequeña. Siguió acudiendo a torneos, consiguiendo buenos resultados y ganándose el respecto de la gente por su forma de ser, hasta que SK Gaming, un equipo alemán situado entre los mejores del mundo, lo fichó con apenas 20 años, con un sueldo de 2.500 euros mensuales.

“Lo que recibíamos los jugadores del club no era tanto en comparación con los 3.000 euros al mes que ganábamos haciendo streaming, más lo que ingresábamos de los premios de los torneos, otros 5.000 euros más cada uno cada dos o tres meses. Sacábamos una locura de dinero”, cuenta Rodríguez.

A pesar de su juventud y del dinero que gana, se muestra como una persona cercana, responsable y agradable. “Con los pies en la tierra” y seguro de “no haber cambiado nada”, a pesar de que cada vez que va a un torneo los seguidores apenas le dejen ir al baño. “Por suerte mis padres me han educado muy bien y nunca he sido un niño mal criado”, asegura con respecto a su fama.

Carlos Rodríguez siempre fue muy consciente de donde se metía y de la figura en la que se estaba convirtiendo dentro de este nuevo sector. Por eso, en su última revisión de contrato con SK Gaming no le importó que no le subieran el salario, pero impuso la condición, como si de Messi o Cristiano Ronaldo se tratara, de que le permitieran tener sus propios patrocinadores. El primero grande con el que fichó fue Digibet, en 2011, una empresa muy importante de apuestas por internet. “Sabía que me iba a entrar mucho más dinero por esto”, añade.

Todo un nuevo fenómeno este de las estrellas del videojuego, que no parece tener freno. Casi con timidez, le cuesta mucho hablar de cantidades cuándo le preguntan cuánto gana ahora, sobre todo desde que hace un tiempo comenzó a vender entre sus seguidores todo tipo de artículos a través de su página web, tales como gorras, camisetas o alfombrillas para el ratón del ordenador.

Ante la insistencia del periodista, confiesa: “No sé si lo debería decir… pero hazme el favor de ponerlo de una manera en la que no parezca arrogante, porque de verdad es que no lo soy. Solo del merchandising ingreso medio millón de euros al año fácil. Eso es como el 70% del total, ya que a esto tengo que sumar mi sueldo, lo que gano en los torneos, el streaming de mis partidas y lo que recibo de los patrocinadores personales. En total gano entre 600.000 y 700.000 anuales. Pero ahora es tiempo de ahorrar y ayudar a la familia”, asegura.

Aunque afirma que este mundo y la gente que hay dentro le encantan, y que quiere dedicarse a esto el resto de su vida, reconoce que “ser jugador profesional y jugar una partida importante cada semana implica mucho estrés. Eso no lo puedes aguantar toda la vida”. “El día que me levante por la mañana y me diga que no quiero jugar más, que no me siento con hambre de victoria, pues no jugaré”, añade, aunque se apresura en aclarar que aún es pronto para su retirada de la competición, que aún no ha ganado ninguno de los grandes premios de un millón de dólares. “Pero llegará”, finaliza convencido.

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